TW
2

Gabriel Rodríguez Souto, gallego de Vigo que reside en Eivissa, pero que pasa unos días de vacaciones en Palma, presentará dentro de poco su segundo libro –el primero gira en torno al mundo del fitness, del que es monitor–, una novela titulada Diario de un militar. También lo fue, pero ahora, tras una vida que ha sido hasta la fecha poco menos que una montaña rusa, trabaja en la seguridad privada, oficio que en breve dejará para convertirse en taxista, «sin descartar que el libro caiga en manos de algún productor de televisión que a lo mejor sale por ahí, porque ¡nunca se sabe! Y se interese por él y lo convierta en película o en serie».

Mientras, Gabriel no descarta poder compaginar su trabajo de taxista con su otro trabajo de entrenador personal y masajista, «y en un futuro crear una productora de cine para adultos, en el que tengo cierta experiencia».

Gabriel vive con su madre en Sant Antoni (Eivissa), una mujer con una discapacidad del 65 % y un grado 1 de dependencia. «En realidad mi hermana se comprometió a cuidarla, por lo que se trasladó a vivir a su casa, con sus once gatos y dos perros, a los que prestaba mayor atención que a mi madre. Y como encima tenía las ventanas cerradas para que no se le escapara ninguna mascota, allí, en casa, no había quién viviese por los malos olores. Así que, como mi hermana prefirió más a los animales que a su madre, y encima no quiso abandonar el piso, me la llevé conmigo a Eivissa, quedándose ella con los gatos y perros como okupa». Pero, vayamos por partes.

Fue modelo de webcam

Gabriel, tras varios trabajos, se hizo militar profesional e ingresó en el Ejército en 2014, cuando tenía 25 años, y fue a la Brigada Ligera Aero Transportable (BRILAT), que luego pasó a llamarse   Brigada Galicia VII. «Como soldado, podía estar en el Ejército hasta los 45 años y, a partir de ahí, te jubilan y te dan una pequeña paga vitalicia. Como pensé que a los 45 años uno es joven para que lo jubilen, me salí en 2019, buscándome la vida en la seguridad privada, trabajando como tal en un club de alterne, pero como me dieron de alta como si trabajara en una inmobiliaria, lo dejé pasándome a otra empresa». «Pero después –explica– llegó la COVID-19, pillé el virus, estuve de baja y finalmente me quedé sin trabajo y sin dinero para comer ni para pagar el alquiler, ¡sin nada!» «¿Que qué hice? Me convertí en modelo de webcam para shows eróticos, que hacia con una chica, y gané bastante dinero. Eso sí, trabajábamos mucho, pues la demanda es muy grande. ¿Que qué nos pedían? Pues que hiciéramos de todo. Naturalmente, a medida que las exigencias eran mayores, más tenían que pagar ellos… ¡Qué se yo! Por una relación íntima de 20 minutos pagaban 40 euros, por una de una hora, unos 250… Y así. Ganábamos dinero, como digo, pero trabajábamos muchas horas», dice.

Portada de su libro ‘Diario de un militar', inspirado en su experiencia.
Portada de su libro ‘Diario de un militar', inspirado en su experiencia.

Viaje a Brasil

«Entonces –continúa– nos salió la oportunidad de viajar a Brasil para lo mismo y no la desaprovechamos. Mientras yo alternaba el trabajo de modelo erótico con la escritura de un libro sobre fitness y me preparaba para ser entrenador personal y masajista, ella montó una empresa y me dijo que lo de la web lo dejaba, por lo que me quedé solo y con el visado a punto de caducar y tuve que buscarme un trabajo... ¡En Eivissa, ya ves tú! En Brasil encontré un trabajo en Eivissa. Pues para allá que fui, sin un duro en el bolsillo, pero con trabajo, un libro sobre fitness publicado en Amazon y con los títulos de preparador personal y masajista. El trabajo que me ofrecen en Eivissa es el de seguridad en discotecas, villas de gente rica y obras. Un trabajo, sobre todo cuando estaba en discotecas, que te permitía ver de todo... Por ejemplo, para entrar a la actuación de David Guetta, solo por verle eran cien euros. Una barbaridad, pero como en esos ambientes hay pasta, pues…».

Naturalmente, el trabajo de seguridad lo alternó con el de masajista. «Incluso con el de masajista con final feliz, porque… Estas dando un masaje, ella te propone terminarlo felizmente y encima te paga por ello, pues ¿por qué no? Ah, y también lo piden ellos, eh. Por eso te digo que no descarto en un futuro montar una productora, o una página web para adultos, con la que trabajas mucho, sí, pero es que también ganas mucho, y encima es compatible con el trabajo como taxista o como seguridad».

Sucede en la vida real

Volvamos al libro: Diario de un militar. ¿Por qué lo escribe, si ya no está en el Ejército? «Pues precisamente por eso. Porque como la vida de un militar, como fui yo, es relativamente corta, hay que buscarse oportunidades lejos de ella. Por ello el protagonista, que soy yo mismo, tras dejar el Ejército voluntariamente se embarca como vigilante de seguridad en un buque que vigila en aguas conflictivas del sur de África, pagado por compañías navieras para que defiendan sus buques de posibles ataques piratas… Buques y vigilantes que hoy existen, tanto en esas latitudes como en otras en las que haya conflictos. En un momento determinado, mi equipo se ve envuelto en una batalla por la supervivencia en alta mar… Bueno, hay más aventuras, mucha acción, muy reales, ya que todo lo que cuento es verídico. Y como puede tener una segunda parte, dejo el final abierto».

Le preguntamos que cómo sabiendo que hay esa posibilidad de estar en uno de esos barcos, siendo él amante de la aventura y del riesgo, no está en uno de ellos: «Porque no ha surgido la oportunidad. Porque preparado para eso sí que lo estoy… Aunque ahora tengo otros planes, entre ellos, los que me permiten ganar dinero para dedicarme plenamente a la escritura, que, modestia aparte, no se me da mal y encima tengo temas más que suficientes para contar, combinándolos con la ficción».

«Además, también está mi madre que vive conmigo y a la que no puedo dejar, porque si no ¿a dónde va?», lamenta.