Elisabeth Marcé posa en su centro de pilates de Campos. | Jaume Morey

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De chaval pasé varios veranos en Getxo. Las horas volaban sobre una tabla de surf en la playa de Barinatxe, aunque todos la conocían como ‘la salvaje’ por su fuerte oleaje. Incrustada en un abrupto acantilado y con la arena dorada y fina, domesticábamos las olas mucho antes de la proliferación de los surfcamps. A la tarde, merendábamos en Punta Galea escuchando a El Inquilino Comunista y otras bandas de Getxo Sound, una etiqueta que hizo fortuna a principios de los ‘90, cuando los grupos de la zona se convirtieron en los máximos exponentes de una nueva forma de entender el rock, inspirada en bandas como Sonic Youth o los Pixies. Qué tiempos. De aquellos baños con neopreno me quedó una cuadrilla de amigos a la que cada vez veo menos. Elisabeth Marcé me hizo recordarles. Nacida en Bilbao, media vida en la Isla le ha rebajado la intensidad a su acento vizcaíno, pero la pureza de su carácter norteño sigue inalterable. Con una larga experiencia en técnicas de entrenamiento físico, me recibe en su estudio de pilates situado justo a la entrada de Campos.

Transformación

Al cruzar el umbral, el metrónomo del tiempo parece detenerse. El interior, de estilo diáfano y mediterráneo, evoca la pasión por la sencillez, por los ambientes serenos y naturales. Es toda una exaltación de ese minimalismo que nunca pasa de moda, cálido y fresco a la vez. No imagino un lugar mejor para practicar pilates. Una técnica de la que no se cansa de hablar, y al hacerlo desborda un énfasis contagioso. Me explica la historia del fundador de esta práctica, Joseph Pilates, un alemán inquieto que en una frase resumió la esencia del método: ‘En 10 sesiones te sientes mejor, en 20 te ves mejor, y en 30 tienes un cuerpo completamente nuevo’. Suena tentador. Con un poco de constancia y fe en nuestras propias capacidades, asegura Marcé que el cam bio -no sólo físico, también mental- es un hecho.

Elisabeth Marcé

Entre sus beneficios, el Pilates proporciona un aumento en la concentración, mejora nuestra resistencia y aporta elongación al cuerpo. Además de fortalecer los músculos centrales alrededor de la columna vertebral. De ahí que, desde los ‘90, se pusiera de moda gracias a celebridades como Madonna y Uma Thurman, quienes ya pregonaban sus beneficios. En aquellos tiempos dominados por el aerobic, no fueron pocos quienes se pasaron a esta técnica de menor impacto, cuya practica resulta más sosegada. Pero, ojo, eso no quiere decir que no requiera de esfuerzo físico, basta observar a Elisabeth sobre alguna de las máquinas que ha repartido en amplias salas, arriba y abajo de su centro, para tomar conciencia que el esfuerzo es una moneda de cambio innegociable en el pilates.

Su estudio se erige sobre el espacio que antes ocupaba una antigua casa de pueblo, que ha reformado con la paciencia de un maestro relojero durante cinco años de su vida. Abrió el pasado mes de mayo y desde entonces ha ido cosechando a una clientela que va en aumento.

Clases privadas y colectivas se solapan en su estudio, al que acuden amantes del pilates de todas las edades, sexo y nacionalidad para ejercitarse en un entorno tan apacible como un monasterio de clausura. Por cierto, al grueso de análisis que certifican los beneficios del pilates cabe sumar un reciente estudio de la Universidad Católica de San Antonio de Murcia, que determina que las personas que lo practican experimentan una mejoría de la salud. Como canta el maestro Sabina, ‘nos sobran los motivos’ para hacer pilates.