Un espacio del que tenía que ser el Institut Municipal d’Innovació, cerrado a cal y canto, en el que han dejado algunos ordenadores. | Click

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Hace un par de semanas comentamos que algunos okupas intentaron okupar la galería que queda al lado del parque Pocoyó, que está entre la calle Joan Margall y el Passeig Marítim, poco antes de llegar al edificio de Gesa en Palma, que, dicho sea de paso, sigue tomado por las tiendas de campaña de otros okupas, como también les contamos y mostramos no hace mucho.

¿Qué por qué los echaron de ahí? Pues porque el Ajuntament estaba construyendo unas oficinas, concretamente y según reza el cartel que figura en lo que suponemos es la puerta principal de entrada, oficinas para el Institut Municipal d'Innovació, a las que dotó de mobiliario de última generación así como de un equipo de ordenadores y todo lo que fuera necesario para su buen funcionamiento. Por tanto, ¡okupas, fuera de ahí!

¿Qué pasa ahora? Pues que esas oficinas están cerradas a cal y canto –y nunca mejor dicho, sobre todo su puerta principal, que ha sido tapiada–, por lo cual empiezan a llegar okupas. De momento en el espacio que hay a continuación de la escalera de piedra y en unos locales sin muebles ubicados justo al lado, pues a través de los cristales observamos que en el interior hay varios colchones y residuos de comidas y latas de bebida vacías.

¿Por qué están cerradas? Pues si mal no recordamos, Cort las cerró al disolver al IMI, integrando a su personal en el Ajuntanent, como así indica el cartelito pegado a uno lo cristales: «El departamento de Gestión Tributaria se ha trasladado nuevamente al edificio del Ayuntamiento en plaza Santa Eulalia». Pero lo que no han trasladado han sido los muebles –algunos de diseño– y algunos de los ordenadores que utilizaron mientras estuvo abierto, lo cual –adquirirlos– debió costar un dinero.

Dichas instalaciones, según vemos en otro cartel, están vigiladas por una conocida empresa de seguridad. Sin embargo, ya ha habido alguien que ha intentado entrar en ellas. Lo deducimos porque en uno de los cristales vemos la marca que ha dejado el golpe, o los golpes, que le propinaron para hacerlo saltar. Y es que lo que hay dentro es un caramelo para quién no tiene nada… Tres o cuatro tipos, o incluso más, de noche, si logran entrar, arramblan con lo que pueden, en un par de minutos desaparecen, y luego lo venden donde ellos saben ¡y a vivir! Sí, saltarán las alarmas, pero, ¿llegarán a tiempo?