Jaume, a día de hoy, sigue en la música, como baterista de María Zanoguera. | Click

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A Jaume Palou –Jaumebeta, vemos que firma en Facebook– fue el batería de los Beta Quartet. Luego, con la incorporación de Miguel Moreno, Los Beta, uno de los grupos musicales mallorquines de los años 60 y 70 con una gran proyección allende nuestras fronteras. Nos lo encontramos en la plaza de España, bajo un calor insoportable. Tras saludarnos, decidimos irnos a tomar algo a un bar de Los Geráneos, donde había quedado con otro músico in illo tempore, Tolo Alba, además de buen amigo suyo.

Nos contó que a lo largo de su vida beta, tuvo tres baterías, «la primera, en los años 60, me costó unas 40.000 pesetas, la segunda, 120.000, y la tercera 140.000», y que por entonces «muchos de nosotros, me refiero a guitarristas, bajistas y bateristas, aprendimos con The Shadows, los guitarristas y bajistas escuchando los sonidos del guitarrista y el bajista del grupo, y yo, e imagino que otros bateristas, escuchando al batería. Es como cuando la bosanova se puso de moda. Su ritmo, sobre todo para el baterista, no es fácil, es un take five; algo complicado, ¿sabes?»,      y confiesa que él aprendió escuchando al batería del grupo Los Españoles, que actuaba en el mítico Cortijo Vista verde.

«Muchas noches, Pablo, el batería de Runaways –más tarde, de Los Bravos– y yo,    que tocábamos en s’Arenal, él en el Gala y yo en el Trianón, en taxi, en moto o en lo que pillábamos, durante los descansos que teníamos, nos íbamos al El Cortijo, nos poníamos en primera fila y no perdíamos de vista los movimientos de batería». Y hablando de bateristas, para Jaume, los mejores, sin duda, fueron Ramón Farrán: «Para mí el número uno, a la vez que Tolo Alba, que acababa de llegar que también era muy bueno», era    Manolo Marín, batería de Walter Klein y su cuarteto, en el que tocaban Miguel Pieras y Pepe Alba, hermano de Tolo».

Jaume conoció en sus propias carnes el fenómeno fan. «Sandro Fantini, que era uno de nuestros grandes fans, y que trabajó mucho por la música y los músicos de aquellos años, creó nuestro Club de fans», recuerda. Igual que tampoco olvida la cantidad de dinero que los músicos ganaban en aquellos años. «Mucho, una barbaridad, mientras los que trabajaban en un banco ganaban entre 1.200 y 1.400 pesetas al mes. Cada uno de nosotros, solo entre sábados y domingos, nos llevábamos unas 4.000 pesetas, y luego estaba lo que ganábamos entre semana, y en los veranos, en las verbenas. Pero a mí, de aquellas ganancias, no me queda nada. A diferencia de algunos de los músicos de aquellos años, que ahorraron para comprarse una casa, yo no. Y en cuanto a ligues, pues, teniendo en cuenta que cada quince días, que es lo que solían durar las vacaciones de las extranjeras que venían a Mallorca,    una nueva. En realidad, eran ellas las que daban el primer paso, eh?», cuenta de aquellos años. Tolo Alba, que ha pedido una caña, asiente de nuevo.

En lo que no están de acuerdo es quién ligaba más, si un camarero o un músico. Jaume afirma que el músico era el que más atraía a las extranjeras. Tolo, en cambio, opina lo contrario. «Era el camarero, y no porque fuera más guapo, sino porque las chicas se lo encontraban en el desayuno, en la comida y en la cena, lo cual le daba cierta ventaja respecto a nosotros, que nos veían solo por las noches, pero bueno, no nos podemos quejar».

Inesperado adiós a Los Beta

«Después de tantos años, y de tantas historias y éxitos vividos, con 22 discos grabados, estando de gira por Madrid, me dicen que no cuentan conmigo. Que Los Beta van a cambiar de línea y que yo no entraba en sus planes. ¿Te imaginas? ¡Que no entraba en sus planes!, me dijeron. ¿Que qué hice? Cogí mi batería y me vine a Palma, a comenzar una nueva vida, y como regresaba sin un duro, tuve que espabilarme. ¿Cómo? Primero, tocando en el nuevo grupo que montó Walter Klein, y a los seis meses, Tolo Alba me dijo que si quería ir a tocar con él y con el pianista Miguel Serra, al hotel Santana. Naturalmente, le dije que sí. Y allí estuvimos tocando durante nueve años, donde, además, coticé. Trabajé también como conductor de camiones, repartiendo productos de Sandoman, el hombre de la capa. Trabajé también como chófer de servicio discrecional, llevando turistas del hotel Son Vida al Aeropuerto    de Palma y del aeropuerto al Hotel Son Vida, o a otros hoteles. Tenían un sueldo que no era malo, y luego estaban las propinas, que me daban bastantes. ¿Y sabes una cosa? Que a lo largo de los años, uno de mis excompañeros, que no voy a decir el nombre, me dijo que no tenían que haber cambiado de estilo. Pero ya estaba hecho, aunque no por ello no dejo de pensar que la etapa con Los Beta fue una de las más grandes de mi vida», narra Jaume.

Jaume y sus compañeros en los comienzos del grupo Los Beta Quartet.

«Estoy volando»

Jaume, que está casado y tiene una hija –y nietos–, una vez jubilado, no hace vida contemplativa. De vez en cuando se reúne con amigos, a veces    en un bar, como ahora, con Tolo; a veces en un almuerzo. Y cuando está en casa, vuela. Es más, pilota el Jumbo que le lleva a Nueva York, París, Estocolmo o a donde guste. «Sí, puedo hacerlo porque tengo el título de simulador aéreo, y en casa me he montado el tinglado, con pantallas, teclados, ¡qué se yo!. Que me permiten moverme por todo el mundo gracias a la simulación aérea. Por eso, a veces, cuando me llama alguien, le digo que me pillan volando. Los que conocen esta afición, saben a lo que iban, a los que no, tengo que explicarle lo que significa estoy volando», ironiza.

Para finalizar, le pregunto dos cosas. Una, sobre lo que dijo el otro día Pedro Contreras, que antes, en la época de las décadas prodigiosas musicales, el músico sabía tocar instrumentos y cantaba extrayendo la esencia de la canción; hoy, más que todo eso, vale que sea guapo, alto, que tengas una cuenta millonaria en seguidores en las redes y que si cantas un poco, basta, pues hay medios electrónicos, como el auto-tuner,    que mejoran    y modulan la voz. Yrespondió: «Más o menos es así. Antes, si tocabas y cantabas, era porque sabías de lo uno y de lo otro, y muchos de nosotros, además de saber solfeo, tocábamos y catábamos de corazón».

La otra es si en la Platja de Palma hay una escultura en homenaje al camarero: «¿No crees que tendrían que poner otra en recuerdo de lo mucho que los músicos hicisteis por el turismo?», le pregunto. Y Jaume asiente. «¿Qué hubiera sido la Mallorca turística de aquellos años sin los músicos?». ¡Ah!, bueno. Vuelos aparte, Jaume sigue en la música.

«Sí, soy el batería de María Zanoguera».

Pues que conste. Y que le quiten lo bailao.