Martín Garrido, padre, nos cuenta la cantidad de trámites que tuvo que llevar a cabo para que le cedieran el ataúd.

TW
2

Martín Garrido Ramis, director de cine y de teatro, además de actor y escritor, es el autor de El coleccionista de post de farmacia, un monólogo que su hijo, Martín Garrido Barón, interpretó el pasado fin de semana –viernes, sábado y domingo– en el Teatre Mar i Terra, de Palma.

¿Les doy mi opinión? Pues se la digo en cuatro palabras: Me encantó la obra, tanto por la trama en sí, cómo por la forma en que Garrido Barón interpreta a un gay que se despide de su pareja que yace, metida en un ataúd, instalado sobre el escenario, a pocos metros de la primera fila del teatro. ¿Que qué le cuenta? Pues todo lo que no se ha atrevido a contarle en vida, a la vez que le recuerda lo mal que estaban los gays en la España de Franco.

La obra en si, por su trama, por el ataúd, y por el monólogo que mantiene con su pareja fallecida, que no se ve, pero que se intuye que está en el interior del féretro, recuerda un poco a Cinco horas con Mario, interpretado por Lola Herrera. Es más, al final ves que tiene cierta relación con ella. A ver… ¿Lo explico…? Como la obra ya ha sido presentada por lo que no voy a hacer ningún spoiler, sobre todo a los que la vayan a ver, que de momento no será en Mallorca. En cambio, sí se verá en Madrid, en enero. Y es que, como digo, a punto de finalizar la obra, estando el vivo despidiéndose del difunto, llega la sorpresa de esta obra, que no es otra que la aparición de una señora, vestida completamente luto de lo más riguroso, encarnada por la actriz madrileña, Anuska Martínez, que tras presentarse a Martín cómo Lola Herrera, le pregunta qué hace en la sala de responsos.

«Perdone, pero creo que se ha equivocado de sala, ya que en este ataúd está mi marido, Mario».
En este momento empieza una situación muy divertida que da un vuelco a la función.

El papel, pero...Como les digo, el público se lo ha pasado bien a lo largo de la hora y poco que dura el monólogo, muy bien escrito por parte de Garrido padre, y muy bien interpretado por Garrido hijo, un actor de raza al haberse criado entre bambalinas viendo a sus padres actuar.

Por cierto, ¿saben que no estaba previsto que Martín hijo protagonizara la obra? En principio, Martín padre le había ofrecido el papel a XR, un actor mallorquín que trabaja en La Sonrisa Médica, que aceptó de inmediato.

«Pero siete días antes del estreno, va y me dice que no va a hacer el papel, que no está capacitado, que le viene grande... ¡Y me lo dice siete días antes del estreno!, cuando ya estaba anunciado por el Ayuntamiento. ¿Qué hago? Pues a punto del ataque de nervios, o de tirarme por una ventana a la calle, mi hijo, Martín, se ofrece a hacerlo. Sí, en seis días, no solo se aprendió el monólogo de memoria, sino que supo darle la interpretación adecuada… Así es la magia del teatro… Pero es que una cosa parecida a esta, que el actor me dejara tirado, no me había sucedido nunca… Pero, por lo demás, bien. La obra ha gustado, el público ha pensado y se ha divertido. Y como he dicho antes, pronto la vamos a llevar a Madrid».

Todo esto nos lo cuenta Martín en el escenario, sobre el que está el ataúd, y por detrás de él, una gran cruz. Escenario al que no es fácil de llegar viniendo de los camerinos, pues, a parte de que estos están un tanto alejados, no lo están en línea recta respecto a aquel, sino que tienes que dar una serie de giros a través del pasillo que comunica ambos. Eso significa que los actores deben de conocer bien el trayecto, de lo contrario pueden llegar tarde a la salida a escena. Pero, por lo demás, el teatro es fantástico, cómodo y con una magnífica visibilidad desde cualquiera de sus butacas.

Y cambiando de tema, nos dice: «Voy a hacer una película, ¿sabes? Si, sobre algo muy real, pero a la vez increíble, sobre cosas que he vivido a lo largo de mi vida y que soy el primero en considerarlas como tales: increíbles».

Le digo que se explique en cuanto a lo real y a lo de las cosas que ha vivido. «¿Ves el ataúd que tenemos enfrente? Pues me lo ha prestado –matiza- el Servicio Funerario de Palma. El Ajuntament, vamos. Así que ha sido traerlo desde el tanatorio hasta aquí, pero… ¡Ni te puedes imaginar la de trámites que hemos tenido que hacer para traerlo aquí! Si total es una caja, que no ha usado nadie… Porque si fuera traer el ataúd con la persona fallecida dentro, lo entendería, pero … ¡Si lo que pido no es nada del otro mundo!... Pues ni te lo puedes imaginar la de trámites que hemos tenido que hacer. Vamos, que da para una película».

«Pues si quieres, te doy más tema, también con un fondo burocrático, que encima tiene que ver con un ataúd», le digo. «Ah, sí…! ¿Y de que va?». «Pues va de los problemas que está tenido una buena mujer, que vive sola, en silla de ruedas… Porque dada que su situación es tan mala, sin ninguna esperanza de nada, ha pedido que le apliquen la eutanasia. Es más, ya ha hecho la petición oficial y… Pues que el uno por el otro la casa sin barrer. La primera petición, de la que nadie le dijo nada, ha caducado, por lo que ha tenido que hacer una segunda… En fin, ¡otra de la maldita burocracia que tiene al borde del ataque de nervios a esa persona!, que no pide otra cosa que morirse dignamente, de acuerdo a la Ley de la Eutanasia».

Martín me pide el teléfono de la persona, y se lo doy. Y es que el cine y el teatro –nos dice, anotando el número– se nutre de la vida misma.

Por cierto, yo estuve en el estreno, como ya he dicho, y no vi a nadie del Ayuntamiento que colabora con la obra. Supongo que tendrían otras prioridades antes que ir al teatro. Digo yo...