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Corren tiempos abruptos para el Real Mallorca, que durante los últimos días ha acaparado la atención de su hinchada por la gestión de su crisis deportiva. Apenas 24 horas después de precipitarse a puestos de descenso, el club bermellón respondió con el despido de Luis García Plaza y la contratación del veterano entrenador Javier Aguirre, que este jueves fue presentado en sociedad y también dirigió su primera sesión de entrenamiento.

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El final de un ciclo.

Con la llegada de Aguirre, es indiscutible que el Mallorca ha incorporado experiencia a su banquillo. El mexicano es un tipo con muchas horas de vuelo y también un preparador acostumbrado a recibir encargos especialmente complejos. Seis derrotas consecutivas han agotado el ciclo de García Plaza, responsable del último ascenso a Primera y apartado del camino tras la primera gran tormenta del presente curso. Es probable que el Mallorca haya cuidado poco las formas en todo lo que ha envuelto la despedida del madrileño, entre otras cosas, porque fue el último en enterarse de su destitución. Aunque no quiso hurgar en la herida, en su emotiva rueda de prensa de despedida, García Plaza dejó entrever que merecía otro trato.

Responsables.

Consumado el relevo en el banquillo y con tiempo para conocer a sus nuevos futbolistas (este fin de semana no hay Liga), Aguirre escenificó alegría e ilusión en su puesta de largo. Como sucedió en la última comparecencia de García Plaza, el técnico compareció flanqueado por Alfonso Díaz, CEO de negocio del Mallorca, y Pablo Ortells, máximo responsable de las operaciones deportivas del club. Sobre el trabajo de éste último se han detenido ahora las miradas. Poco amigo de las cámaras, la labor de Ortells no parece convencer ni a la propiedad ni tampoco a una facción importante de la afición. Sin duda, la suerte de Aguirre será también la suerte del director deportivo.