TW
0

El presidente Bauzá evalúa como mayor mérito de los nuevos consejeros de su gobierno la fidelidad. De lo cual cabría deducir que los que ha expulsado del Consejo de Gobierno no le eran fieles. Evidentemente si así se dedujera no se acertaría. Porque Simó Gornès, Josep I. Aguiló y Rafael Bosch fueron fieles al PP y a Bauzá. Pero se entiende: el presidente no quería decir fieles sino sumisos. Y eso sí que no lo fueron los consejeros destituidos de sus cargos. Gornés se ha ido del gobierno de Bauzá porque el presidente le ofreció ocupar la consejería de Educación y él se negó. No quería cambiar la cómoda gestión en Administraciones Públicas por la muy caliente y complicada Educación. El presidente le dijo que vale, y al cabo de unos días volvió a citarlo para comunicarle que en efecto entendía que no quisiera ir a Educación, pero que tampoco se quedaba en Administraciones Públicas, ni en ningún otro sitio: lo echaba. Así le pagó la negativa a ir donde le había ordenado. La historia de Aguiló y Bosch es algo diferente pero comparte con la de Gornès la fobia de Bauzá a que le lleven la contraria. El de Economía le advirtió mil veces que los nuevos impuestos traerían más problemas que recaudación, pero el presidente, erre que erre, que los quería, y ya. Hasta que la presión de las grandes superficies le ha llevado a pensárselo mejor. A la sazón le salió la rabia por las advertencias de Aguiló, que demostró tener razón contra el criterio de Bauzá. Hala, pues: a la calle. Y Bosch, qué decir de él. Se atrevió a no cumplir las órdenes de poner la política educativa en línea con los delirios anticatalanistas del Círculo Balear, la minoría delgadiana del PP y satélites varios. Y a pesar de haber levantado la irritación catalanista, de nada al cabo le valió y Bauzá lo ejecutó sin miramientos. El resumen de todo lo acontecido es simple. Bauzá no quiere un gobierno de consejeros fieles pero con criterio sino más bien un grupo de sumisos que harán lo que sea que les mande.