La diferencia entre que el PP, Ciudadanos y Vox
sumen más fuerza en votos y escaños que el PSOE y sus potenciales aliados de
izquierda y nacionalistas o que, por el contrario, no sólo no sumen sino que se
anulen entre ellos, en especial entre el partido conservador y el neofascista,
es muy delgada. La fina línea azul.
Con las elecciones andaluzas los más obtusos
analistas lo tuvieron claro. Dos más dos es cuatro, ergo el Gobierno nacional
será de derechas. Viva Vox que no es ultra, Santiago Abascal y cierra España a
la izquierda. Dios es grande. Y a vivir que son dos días. Les costó tres meses
que entrara en sus molleras que el objetivo de los ultras no es apuntalar a
Pablo Casado y a sus muchachos sino acabar con ellos, superarlos. Es el único
objetivo. Todo lo demás son excusas y propaganda para imantar votantes y
dispararlos a modo de proyectiles hacia esa diana.
Por supuesto que los estrategas de Vox no esperan
conseguir el objetivo el 28 de abril. Ese día pretenden alcanzar el primer paso
de la estrategia. Se trata de conseguir restar suficiente fuerza al PP como
para que el contraste con el PSOE –embalado al alza gracias a que los ultras
carcomen a su adversario- le deje hundido y a Casado en una posición imposible,
en la que tanto si dimitiera como si no la situación sería desastrosa. Para
mejor exponer: algo así como lo que hubiera deseado Podemos respecto del PSOE y
que sólo la incompetencia de Pablo Iglesias abortó entre las elecciones
generales de 2015 y las de 2016, para suerte de Pedro Sánchez y sus
conmilitones.
Es de suponer que los estrategas ultras aprendan de errores ajenos y sepan, tras las urnas de abril, manejarse con más inteligencia de la que demostraron tener los morados en aquellos meses. A buen seguro que esperan disponer de un panorama en el Congreso que les permita erigirse en el bastión más fuerte de la derecha contra la izquierda o, de otra manera dicho, aparecer ante el electorado derechista en su conjunto como la verdadera oposición a Sánchez, al tiempo que un PP fundido y un Casado amortizado no sabrían qué hacer, ni cómo, ni cuándo ni nada. Y con el horizonte de futuro de otras elecciones, fueran avanzadas o de convocatoria en tiempo regular, en las que entonces sí, dar el golpe de gracia al PP.
Da la sensación de que ahora, al fin, Casado y su
equipo han entendido la situación. Que esa fina línea azul es tan delgada que
apenas se ve pero que existe y que separa, a un lado, la ingenua convicción del
PP de que tenía atados y sumisos a Vox y Ciudadanos al estilo andaluz, y, en la
otra, el terrible panorama antes descrito.
Es cierto, todavía, que nada está escrito y que
aunque la mayoría de las encuestas dan más credibilidad al desastre del PP, con
el resultado del Gobierno de Sánchez, que a la alternativa –Gobierno de
Casado-, no hay que desdeñar ninguna opción. Todavía existe la posibilidad de
que el PP, a pesar de quedar mermado, sume mayoría absoluta con Ciudadanos y
Vox. Sin embargo es justo reconocer que así como se acerca la cita con las
urnas, cada vez más militantes y cargos conservadores, al menos en Baleares,
otorgan a esa contingencia características de milagro.
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