Hay fotografías que nos impactan como si fuese posible golpearnos el alma con una imagen. Zarandear nuestro yo íntimo, secreto, al que a menudo no damos la oportunidad de manifestarse, porque es más sencillo no hacerle caso. Era una foto sencilla, espontánea. Una muchacha, voluntaria de la Cruz Roja, abrazaba a un inmigrante subsahariano, vuelto a nacer a la orilla del mar, superviviente de una patera. El hombre le rodeaba la cintura con los brazos apoyando la cabeza en su hombro, en un gesto desesperado de quien busca refugio. De alguna manera, reflejaba el agotamiento y la indefensión absolutos, esa necesidad de buscar protección en un cuerpo humano, desconocido, capaz de ofrecer un abrazo. La piel oscura, que destacaba en el rojo de la camiseta de la Cruz Roja, hablaba de un camino largo, casi infinito, de la lucha por sobrevivir, de todo lo que había quedado atrás, de muchos miedos.
Bestias
Palma24/05/21 4:01
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1 comentario
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Claro claro cuando el Doc Sanchingas anunciando de nuevo que no hay un duro en la caja y que hay que congelar otra vez hasta el suministro de vino de misa, sacaremos la afotillo para solazarnos. Pero de qué vais.