Aquellos illuminati se creían poseedores de la verdad, iluminados con la luz del saber, únicos capacitados para determinar lo que estaba bien y lo que estaba mal. En sus proclamas anunciaban defender los intereses del pueblo, acabar con las injusticias, luchar contra las desigualdades y reducir los impuestos. Se indignaban cuando recibos como el de la luz subían un 4 % y anunciaban que si algún día llegaban al poder, una de las primeras medidas que tomarían sería abaratar el coste eléctrico. En una ocasión, utilizaron miles de octavillas para convencer a la población de que eran los únicos que podían reunirse con los oligarcas con peluca sartine , que dirigían las compañías eléctricas, y evitar que la factura de la luz volviera a subir.
Mucha gente creyó a los illuminati y cuando éstos alcanzaron las más altas cotas de poder, el precio de la luz subió un 44 %. Fue en ese momento cuando la población se sintió burlada, engañada y utilizada. Lo que había pasado era que a los illuminati se les había olvidado decir que la iluminación era algo más que el recibo de la luz y ese algo era muy valioso y muy costoso, y alguien tenía que pagarlo, efectivamente. Cuando los illuminati descubrieron que la luz además de alumbrar también iluminaba, dejaron de decir que la luz era un derecho y la convirtieron en un bien de lujo.
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