En 1985 me mandaron –con petate, pijama y orinal– a Tenerife (Nivaria, Tinerfe) a hacer la mili. Iba conmigo, también de mozo de la misma quinta, Biel Ensenyat Pujol, hoy catedrático en la UIB, puntilloso medievalista y hombre de gran valía personal y cultural. Tras la instrucción en Hoya Fría (hoy campamento de menas) me destinaron al castillo del Santo Cristo de Paso Alto reconvertido en club militar. Allí me lo pasé de miedo: tengo un gran recuerdo de aquel periodo (con Meseguer Gallofré y Jaume Valls Galimany) cosa que cuando lo recuerdo asusta a incautos. En Tenerife coincidí varias veces con Camilo José Cela. Una de esas veces iba el Nobel con una moza estudiante y yo estaba a su lado. Le dijo el maestro: «Mira, este es Jesús, recluta y alumno mío en Mallorca. ¿Es verdad, Jesús, que en cada clase nos tomábamos una botella de güisqui?». «A veces dos, don Camilo» (carcajada al canto). En Santa Cruz iba cada día a la Biblioteca Municipal que entonces llevaba una agüelica muy versada, doña María Dolores Álvarez. Y así empecé a interesarme por la historia de las Afortunadas, y de aquellos lodos, estos barros o lavas.
Los mallorquines y los volcanes palmeros
Palma04/12/21 3:59
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1 comentario
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VERGUENZA siento que un GOVERN tan solidario como para financiar múltiples proyectos en el exterior NO AYUDE a UNA ISLA COMO SOMOS NOSOTROS.