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El PI es una formación política que nació con vocación de partido bisagra (es decir, pactar con el mejor postor pero siempre por el bien de los mallorquines, por supuesto) que ahora mismo no llega ni a tornillo. El partido liderado en su momento por Jaume Font ha iniciado una etapa de autodestrucción que, si un milagro no lo remedia, lo apartará de las instituciones autonómicas en 2023 y a la irrelevancia política. Mucho me temo que ni la estructura municipal del PI, heredera de la antigua UM, podrán evitar el descalabro.
Lo peor no es que en el PI se peleen entre ellos públicamente sino que ya nadie sabe lo que defienden políticamente, si están a la derecha, a la izquierda o en su querida equidistancia autóctona mallorquina. El PI desapareció hace mucho tiempo, yo diría que en 2015, cuando la irrupción de partidos como Podemos, Ciudadanos o Vox dieron un giro a la configuración del Parlament y dejaron sin ningún papel protagonista a los partidos bisagra. En 2023 nadie se preocupará por lo que haga el PI, si apoya a Armengol o Prohens, sencillamente porque no existirá más allá de los pueblos de siempre, si es que sus líderes no fundan un partido independiente o se alían con otras formaciones políticas que amen tanto Mallorca como ellos, algo realmente difícil de encontrar en estos momentos.
Para analizar el futuro del PI basta con ver los movimientos políticos de Joan Monjo, alcalde de Santa Margalida y ex secretario general de Unió Mallorquina. Si Monjo nunca ha querido entrar en el PI es por algo porque es de aquellos políticos que se presentan para ganar elecciones.

Como tampoco tienen un líder mediático y carismático como lo fue en su momento Jaume Font, el PI se ha instalado en la irrelevancia política. Si un día desaparece, nadie se enterará, más allá de los propios militantes, los sufridos periodistas que cubren la actualidad de este partido y el propietario del inmueble donde tienen la sede que deberá buscar nuevo inquilino.

La futura desaparición del PI sería una mala noticia para los altos cargos que aspiran a seguir cuatro años más en las instituciones por su amor indescriptible a Mallorca pero también para Francina Armengol, que siempre ha confiado en la formación regionalista, autonomista e insularista en caso de no formar una mayoría suficiente con Més y Podemos. Esos dos o tres diputados que se garantizaba el PI en las autonómicas gracias a sus alcaldes ya no serán la muleta de la izquierda y mucho me temo que serán los partidos de centro derecha los que se beneficiarán de su desaparición.

Poco se habla del tema, pero los mejores aliados de Prohens ahora mismo son los dirigentes del PI por mucho que la portavoz parlamentaria de la formación regionalista exhiba su admiración por Armengol y descalifique a Prohens. La filosofía del PI, como la que fue de UM en su momento, ya no tiene ningún futuro en la política actual. «Para qué debemos esforzarnos en sacar 10 diputados si con 2 o 3 decidiremos el futuro de Baleares», decían con una risita irónica hace más de una década los dirigentes de UM.

Afortunadamente, los electores han puesto en su lugar a este tipo de partidos que, sin ningún principio político, se posicionan en función de lo que pueden ofrecer sus futuros socios. Esa política murió hace años. El PI va camino de hacerlo en 2023.