TW
1

Al más puro estilo de José Ramón Bauzá, mediante Decreto-Ley, sin debate parlamentario alguno y de espaldas al noventa por ciento del sector, Francina Armengol y su edecán Iago Negueruela perpetraron una nueva ley turística que proclama los dogmas con los que la izquierda busca cargarse el invento que da de comer a una gran mayoría de ciudadanos. Qué pronto se han olvidado del tremendo drama que hemos vivido como consecuencia de la paralización de la economía en los dos últimos años. Mientras asistimos a la revuelta de la España vaciada, precisamente porque en esos territorios hay escasa actividad económica y, por ende, sus jóvenes carecen de ningún futuro, en Balears el PSIB busca conducirnos aceleradamente a ese modelo, al de un archipiélago en el que los únicos que puedan gozar del monopolio de la riqueza sean los grandes hoteleros, ante los que el conseller se postra genuflexo.

Acabar con toda la economía que gira en torno al arrendamiento vacacional de viviendas y pequeños hoteles supone renunciar a la distribución de la riqueza turística que conllevaba. Se trata de miles de puestos de trabajo y, además, con una peculiaridad, y es que, al contrario de lo que sucede con los establecimientos de las grandes cadenas, los puestos de trabajo directos e indirectos generados por este sector de pequeños empresarios se reparte por todo el territorio, no solo en la costa y en el centro de Palma.

Pero claro, pensar que un funcionario urbanita como Negueruela, de un partido –el PSOE– que, desde siempre, ha despreciado la Part Forana de Mallorca, y que vive en un perpetuo compadreo con los gigantes hoteleros, se represente los terribles efectos de la norma sobre la economía del interior de la isla sería pedirle un análisis inalcanzable para él.

Que el partido socialista y sus correveidiles sindicales de UGT y CCOO beneficien con descaro al gran empresariado –véase grandes superficies comerciales, constructoras, banca, eléctricas y, por supuesto, grandes hoteleros– castigando al pequeño y mediano emprendedor local es ya un clásico que a nadie debería sorprender.

Pero que, con la excusa del ansiado decrecimiento, a esto se sumen, como verdaderos tontos útiles, partidos nacionalistas como Més, ya es de aurora boreal. Porque estaría bien que todo este huero discurso de la necesidad de reducir la riqueza para limitar la población –un disparate se mire por donde se mire– se lo explicasen a los centenares o incluso miles de votantes ecosoberanistas que, para sostener dignamente la economía familiar o para poder conservar un pequeño patrimonio derivado del ahorro habían optado por el arrendamiento vacacional, que a su vez daba trabajo a pequeñas empresas kilómetro cero de sus pueblos o comarcas y contribuía a que el beneficio turístico no se concentrase en unas pocas manos. Ya únicamente podremos aspirar a ser meros empleados de las grandes cadenas hoteleras.

Es difícil pensar una medida más regresiva y antisocial que esta, surgida de la comunión de los toreros de salón progres del Govern –que jamás han emprendido nada– y de los intereses de la gran empresa que, mientras tanto, ya anuncia sus nuevas inversiones hoteleras en paraísos fiscales como Albania, algo de lo que sin duda sacaremos mucho rédito los mallorquines.