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La aventura que me propongo llevar a cabo, para la que me preparo, no es pasear sobre los viñedos de la Rioja en globo, ni escalar la cima del Monte Perdido, sino acometer por enésima vez las más de doscientas sesenta mil palabras de Ulises de James Joyce; mas esta vez aceptando sufrir lo que haga falta, para no fracasar en el intento. Pues la lectura seguida y completa de Ulises, cuyo centenario de su primera edición se cumplió el dos de este febrero de 2022, no es una broma. Si acaso dieciocho. Ya que son dieciocho sus capítulos. Ulises es una novela más comentada por profesores y críticos que leída en su integridad por la generalidad de lectores, que he comprendido, después de intentar su lectura fallidamente y leído una serie de recensiones y ensayos, que debe afrontarse con precaución, a fin de evitar que caiga de las manos, pues pudiera lesionar un pie. Pues es un mamotreto con un peso nada desdeñable, ya que son 800 o 1.000 páginas, según la edición, que revolucionaron la literatura moderna.

Por eso para emprender su asalto, hay que prepararse como se prepara una auténtica aventura. Estoy en ello. «El escenario dublinés (donde se desarrolla) está construido en parte con los datos facilitados (…) con la ayuda del ‘Thom's Dublin Directory' al que –dice Nabokov– acuden secretamente los profesores de literatura, antes de abordarlo, a fin de asombrar a sus alumnos con los conocimientos que el propio Joyce recopiló con ayuda de esa misma guía». Es una lástima no disponer de ella. La novela es la historia de un solo día, el jueves 16 de junio de 1904, celebrado en Dublín como el ‘Bloom's day', contrapuesto a los veinte años que Odiseo estuvo fuera de casa, desde que marchó a la guerra de Troya hasta que regresó a Ítaca. Unos recomiendan que antes de hincarle el diente se haya leído La Odisea, Dublineses y Retrato del artista adolescente.

Es cuestión de haberse introducido en el mundo particular de Joyce, dicen. Otros son partidarios de lo contrario; de sumergirse en el libro sin antecedentes. Yo cumplo con el requisito de lecturas previas, pero el preuniversitario me cae ya muy lejos. Ya veremos qué ocurre, pues; voy a afrontar la lectura sumergiéndome en el libro como pueda, sin guías, de momento, ni otras muletas, porque no las poseo. Aunque me temo que aún llegando a su fin me falten todavía, por lo menos, otras nueve repeticiones, para poder alcanzar a comprender la obra en sus intríngulis, en su profundidad. Lo leí, aunque no recuerdo dónde ni a quien es atribuible esta inyección de ánimo… Lo que no puede faltar.