Las distintas tragedias de la semana pasada deberían hacernos reflexionar sobre cuestiones tan diversas como los comentarios que han suscitado unas noticias que no es necesario repetir y que, además, han demostrado que lo grabamos o fotografiamos todo ensalzando, así, la hegemonía del móvil como algo demasiado importante para nuestras vidas. Tanto o más que la responsabilidad frente a uno mismo y frente a terceros. Y digo esto mientras recuerdo la cadena de movilidad que nos hace frágiles en función del medio que utilizamos. En lo más bajo el peatón que debe soportar corredores, ciclistas o patinetes incluso en áreas donde se debería poder caminar con total tranquilidad. La falta de respeto nos debilita, muy a menudo de manera consciente y otras por mera imprudencia que puede tener unas fatídicas consecuencias.
Pienso en el doctor Del Río que ahora no puede cumplir con su imprescindible función (vocación) médica en Son Espases y cuyo sano hábito de correr le convirtió en víctima de un ciclista que, según parece, no respetaba las normas. Vivimos inmersos en multitud de leyes de imposible conocimiento y cumplimiento, pero algunas son absolutamente imprescindibles y deben ser asumidas por su finalidad.
Así ocurre con los límites de velocidad, aunque en ocasiones pueda parecernos absurdo o desproporcionado circular según lo impuesto. Un claro ejemplo es la vía de cintura que se presenta también como un dilema entre lo prescrito por la norma y la adecuación o aceptación por la mayoría de los ciudadanos (son innumerables los malos gestos o insultos que recibimos los que procuramos conducir a 80 en la frontera asfáltica de Palma). Ello nos lleva a no entender la necesidad de extremar la precaución y sencillamente ser respetuoso con el fin de evitar una situación que puede cambiarnos la vida para siempre. Nadie quiere arrollar a una madre o al médico que cuidaría de nosotros en una UCI. El otro día sentí cierta vergüenza ajena circulando por la carretera más zen de Mallorca y que atraviesa la Albufera para unir sa Pobla con Alcúdia. Un breve trayecto donde se debería circular despacio y disfrutando un paisaje maravilloso y que para muchos se convierte en una carrera para evitar a unos ciclistas que terminamos maldiciendo u odiando. Por muy incorrectamente que circulen, unos centímetros de error pueden acabar con una vida y terminar siendo algo más que una noticia que leamos tomando un café. Siempre hay familias y proyectos truncados y es perfectamente evitable.
Circular debería ser un acto ajeno a cualquier reacción visceral, a cualquier presión que nos pueda llevar a cometer errores. Obviamente ajena al alcohol o las drogas que son la principal causa de los dramas que tanto lamentamos. El infortunio puede aparecer en cualquier momento y ello me lleva a una frase que me recordaba mi padre desde la preocupación que le suscitaban mis errores: «Quien busca el peligro perecerá en él». Cada vez son más, cada vez somos más frágiles.
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