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En varias cadenas de televisión aparecen en el arranque de informativos un titular impactante: ‘Arde España', expresión que trae recuerdos de guerra en París o Kiev, probablemente exagerada pero coincidente con la preocupación de la ciudadanía por los incendios forestales que padecen varias autonomías y amenaza a todas. Esto debe ser asunto de Estado. Dicen que una colilla ha sido la causa del incendio en Cebreros, como dicen que el del Valle del Jerte ha sido intencionado. La condición humana, la imprudencia, el descuido son las causas principales de estos atentados al patrimonio natural. Los fuegos por rayos de tormentas secas son anecdóticos.

Si los científicos coinciden en que es normal que haga calor en verano, pero no es normal que haga este calor, y auguran que cada verano iremos a peor con olas abrasadoras, habrá que creer al presidente Sánchez cuando dice que el cambio climático mata. Bochorno y fuego nos están amargando este verano que parecía de la recuperación económica y la normalización social. Las oleadas tórridas de este mes se han llevado por delante a más de quinientas personas y los incendios llevan arrasadas unas ochenta mil hectáreas y dos vidas.

No es la colilla, es el hombre por acción u omisión el que quema bosques y pastos. Hablando de pastos, la propuesta que se abre paso, además de más cortafuegos, limpieza y agentes forestales, es potenciar el pastoreo. Ganadería extensiva y nada de macrogranjas. El pastor y su ganado como solución para el bosque y el abandono de los campos de secano. Es avance, no retroceso.