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Lo de repetir y repetirse tiene justa mala fama porque el propio verbo es desagradable y repetir algo (ideas, palabras, actos, manías) cansa mucho y hace quedar a cualquiera como un tonto. De los latosos, de los insistentes. Y aunque por desgracia la insistencia se considera la clave del éxito, lo cierto es que en general repetir es de maleducados. No me lo repitas más que me matarás, conviene decirles. Pero claro, hay excepciones. A mí, por ejemplo, escribir no me gusta nada; lo que me gusta es reescribir. También releer y ver pelis ya muy vistas, y beber y fumar después de haber bebido y fumado. El amor sin repetición es una pérdida de tiempo y una estafa, porque las cosas realmente importantes, si no se repiten con frecuencia se quedan en nada. Hasta la tercera o cuarta repetición de algo (o la septuagésimo tercera, por decir una), ese algo es una tontería. Insatisfactoria además. Cómo vas a comparar el tercer trago, o polvo, o texto, con el primero. No hay color. Y no digamos el septuagésimo tercero antes mencionado. Ese ya empieza a coger calidad, ya da gusto. Y si no, es que la cosa no valía la pena. Así pues, hagas lo que hagas, repítelo. Si la repetición es un fiasco, lo que sucede a menudo tanto con la relectura de obras maestras como con ciertos malos tragos, mejor no volver intentarlo. Si gusta, repitan otra vez. Y si se alcanza la rutina, se alcanza la perfección. Pero decía que a mí no me gusta escribir, lo que me gusta es reescribir, por lo que probablemente este párrafo lo empecé el mes pasado, o incluso el año pasado. Eso a ustedes les tiene que dar igual, pero el gusto que yo he pasado reescribiéndolo ya no hay quien me lo quite. ¿Y la espontaneidad?, preguntarán algunos. Valiente necedad, la espontaneidad. La espontaneidad sólo sirve para hacer tonterías, y muy repetidas. Excepto que se haya entrenado suficiente, y sea una espontaneidad falsa. Aun así, salvo a los deportistas de élite que se matan a repetir ejercicios, y por ello les aplauden, y los pintores japoneses, a los que se permite pasarse la vida pintando el mismo cerezo en flor o la misma ladera de una montaña, la repetición está muy mal vista. Igual tengo que reescribir esto.