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Esto de los sondeos tiene algo de inocencia, y algo de perversidad. Es más; una y otra van fundidas, de suerte que el infantil propósito de influir con ellos en el voto futuro se machihembra con la perversa intención de suplantar con antelación el resultado de los comicios. O dicho de otro modo: si de los partidos políticos dependiera, se sustituirían las elecciones por los sondeos, bien que por aquellos que les dan vencedores, y que son los que ellos o los medios afines encargan o inspiran a las empresas demoscópicas que los manufacturan.

José Félix Tezanos, el director del CIS, viene siendo denostado por la presunta parcialidad de los sondeos sobre intención de voto que publica, pero no hace, aunque descaradamente y con dinero público, sino lo mismo que buena parte de los otros popes del augurio, arrimar el ascua a su sardina. Anunciando en plan ‘científico' que su partido tiene encandilada a una porción mayoritaria de electores, quienes trasladarán automáticamente su intención a la papeleta, y la papeleta a la urna, Tezanos no hace otra cosa que soñar, pues ha debido leer aquello de María Zambrano de que «no puede ser cierto nada que no pueda ser soñado», y lo ha interpretado, eso sí, a su manera.

Es verdad que el resto de los hacedores de sondeos no cuentan con los medios y los recursos del CIS, pero cuentan con otros. Tezanos peca de pueril entusiasmo en su duermevela, pero también peca de sinceridad. Dicen que engaña a la parroquia, pero con esos sondeos que se saca de la manga no puede, en puridad, engañar a nadie. Por el contrario, ¿no son también engañosos, o más, los sondeos rivales, aquellos que le pronostican al PP una mayoría como una catedral?

Las encuestas mienten, las de Tezanos y las otras, porque los ciudadanos consultados mienten bastante, pero también porque quienes las cocinan tienen mientras las guisan, como todo cocinero, el plato final en la cabeza. Ahora bien; lo que sí se puede evitar es hacer caso a los sondeos. Mejor soñar por libre.