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Diga lo que diga el presidente del Gobierno, el ‘procés' no ha terminado y las cesiones a los separatistas siguen condicionando la vida política española. Cosa diferente es el espectáculo que está ofreciendo ERC, el partido que gobierna en Cataluña y que sería tema a tratar dentro de la crónica de teatro. Unas veces dramático –el intento de golpe de Estado del 2017– y otras cómico como la esquizofrénica actuación de sus principales líderes en ocasión de la cumbre hispano-francesa celebrada en Barcelona.

Farisaica la presencia de Pere Aragonès en el encuentro entre Emmanuel Macron y Pedro Sánchez para hacerse la foto, decirle a Pedro Sánchez que el ‘procés' no ha terminado y marcharse antes de que sonaron los himnos de Francia y España. Y en otro escenario, el papelón de Oriol Junqueras, el líder separatista que tuvo que interrumpir su presencia en la manifestación convocada contra la Cumbre al arreciar los gritos de ‘¡butifler!' (traidor) en boca de manifestantes del sector independentista fiel al prófugo Carles Puigdemont.

Todo muy revelador de la situación por la que atraviesa la vida política catalana aunque, de creer al presidente del Gobierno, en Cataluña se cumple la Constitución, se ha ‘desinflado' la crispación y el ‘procés' es historia. Pero los hechos son tenaces y desmienten un pronóstico a todas luces interesado. Interesado porque Pedro Sánchez olvida que, para asegurar el apoyo parlamentario de ERC, ha indultado a delincuentes (entre otros, Junqueras) y modificado el Código Penal suprimiendo el delito de sedición y rebajando las penas por malversación. Y, pese haber arriesgado tanto en términos políticos, lo que ha conseguido es envalentonar a los separatistas cuyos líderes ahora reclaman el reconocimiento del derecho de autodeterminación y la celebración de un referéndum de independencia.