Escuché hablar del ChatGPT por primera vez en una cena de Navidad. Me dijeron que contestaba cualquier pregunta, incluso que podía hacer los deberes a los alumnos y que ellos, los profesores, no se enterarían. También leí que el medio de comunicación viral BuzzFeed había subido un 150 % en bolsa al anunciar su intención de usar el chatbox para reemplazar periodistas. Así que desde entonces tengo conversaciones de forma compulsiva con esta máquina para intentar intuir si me quitará el trabajo.
En las últimas semanas han aparecido copiosos reportajes, vídeos y artículos de opinión sobre esta poderosa herramienta. ChatGPT es un modelo de lenguaje de OpenAI, una organización sin ánimo de lucro estadounidense que se dedica a desarrollar inteligencia artificial (IA). Invito a todo el mundo a probarlo. Para ello hay que entrar en www.openai.com y clicar en Try ChatGPT (está en inglés). Por ahora es gratuito, aunque hay que introducir el correo electrónico y el número de teléfono.
Como él mismo explica, este chat está hecho para responder preguntas y tener conversaciones. «Soy fiable en términos de proporcionar información precisa y verificable sobre conocimientos amplios y generalmente aceptados en una amplia gama de temas, incluyendo historia, ciencias, tecnología, geografía, entre otros», me dice. Le he pedido que me cuente chistes, que me dé una receta de coca de trempó, que me diga qué hacer si tengo frío y que me explique cómo ha sido la temporada turística de 2021 –su conocimiento se detiene en ese año–. Me ha respondido de forma impecable. Nos entiende mucho mejor que Siri o que Alexa y podría perfectamente sustituir a Google.
También es capaz de adecuar la forma y el fondo de sus mensajes. Por ejemplo, si le pides que explique la función del Sol para un niño de diez años dirá que es una estrella muy importante porque es la fuente principal de luz y calor que nos permite vivir y crecer. Pero si le indicas que lo exprese para un alumno de Selectividad, dice que es una estrella de tipo secuencial G que se encuentra en el centro del sistema solar y es la fuente principal de energía para la Tierra.
Su fuente de información son grandes cantidades de textos en internet y otros medios. Reconoce que puede cometer errores –y los comete– y que no distingue si lo que dice es verdad o mentira. Me recomienda «verificar la información con fuentes confiables antes de considerarla verdadera o de tomar decisiones basadas en ella». Por ahora, es un modelo en pruebas. Estoy convencida de que la IA cambiará el mundo en poco tiempo y, por supuesto, si ChatGPT no me quita el trabajo, lo modificará de forma radical. Quién sabe, a lo mejor acabamos trabajando juntos.
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