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La España de las autonomías tiene cuarenta años y por eso sorprende que miles, quizá millones de españoles no haya llegado a comprender en qué país vive. El vergonzoso caso de la chiquita andaluza que aspira a opositar como enfermera en Catalunya demuestra el enorme fracaso de nuestro sistema educativo. Primero porque resulta asombroso que una joven tan mal educada y que transmite tal imagen de analfabetismo haya logrado entrar en la universidad. Después, porque quizá hasta que llegó a Barcelona ignoraba que allí se habla otro idioma. Y que es oficial. Y que sus ciudadanos tienen derecho a ser atendidos en la sanidad pública y en cualquier otra institución en su propia lengua. La joven seguramente huyó de su región por la elevadísima tasa de desempleo, por los bajos salarios o vaya usted a saber. Y al encontrarse en un lugar que, por lo visto, le interesa, se ha topado con una realidad que desconocía. A pesar de que la chica debe de tener veinte años y el Estatut catalán, el doble. La solución es bien sencilla. El que emigra sabe a lo que se enfrenta y debe adaptarse. Lo decimos mil veces en relación a los inmigrantes que pretenden mantener fuera de su país costumbres bárbaras, como la ablación femenina o el uso del burka. Lo mismo debe aplicarse a quien desprecia la lengua –y por tanto la cultura, la historia y las tradiciones– del lugar de acogida. La joven enfermera tendría que hacer las maletas y regresar al lugar del que salió o bien probar suerte en cualquiera de los miles de hospitales y clínicas españolas donde solo le van a exigir su formación como enfermera y el idioma castellano. Quizá le apetezca menos integrarse en la España vaciada, pero si quieres peces tendrás que mojarte.