TW
0

Cansado de que todo se me pierda, libros, ideas, costumbres, palabras y objetos de uso habitual, y ante la sospecha de que también yo me eche a perder como casi todo en la actualidad, y cualquier día despierte en el extranjero, en una cama extraña y sin entender nada del idioma del lugar, la semana pasada, acaso influido por mi serie coreana favorita, me hice con un imperdible de diez centímetros y me lo prendí en la solapa de la chaqueta. Dicen que da buena suerte, ahuyenta a los espíritus malignos y protege de monstruos y fantasmas, tanto del pasado como del futuro. También sirve para realizar sortilegios sencillos, reventar burbujas de idiotez (sí, la idiotez es burbujeante, crea universos burbuja) y abrir cerraduras si por estas cosas que pasan te encierra unos cabrones. Es un verdadero talismán, este imperdible gigante, pero sus funciones de amuleto decorativo no son lo más importante. Lo importante es que los imperdibles, como asegura su nombre, no se pierden. Por fin algo que no puede perderse. La memoria, la inteligencia y las personas, así como las gafas y los encendedores, sí suelen perderse; los imperdibles no. Y menos si son tan grandes y robustos como el mío, que no ha sido nada fácil de conseguir.

Cierto que no es coreano (sus chamanes no los venden así como así), pero es chino, lo que a efecto de conjuros viene a ser casi lo mismo, por su carga más o menos taoísta y por compartir los mismos monstruos espirituales. El caso es que ya llevo varios días con él, y me siento bastante seguro. Ayer la cajera del supermercado se quedó mirándome con lo que interpreté embeleso, aunque quizá fuese estupefacción. Esto no me había pasado nunca, y fuese lo que fuese esa mirada, deduje que mi llamativo imperdible expresionista (se expresa mucho) funcionaba. Y si no, es igual, ya que su misión fundamental es no perderse. Que si por hache o por be me extravío, y amanezco de pronto en tierra extraña sin entender nada, que sea con el imperdible en la pechera, o en la solapa, dando buena suerte. Algo es algo. Ya he perdido bastantes cosas, joder. La memoria, el sentido común, el futuro, el entorno, las ganas. Pero este imperdible seguro que no lo voy a perder.