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AJuan Ronda lo recuerdo como un gigante. Un coloso con barba y anchas espaldas que blandía cuchillos que parecían espadas. Cuando lo veía, me impresionaba. Era el carnicero del Minimax, el supermercado de la calle Aragón de Palma donde trabajaba mi padre. Yo era muy niño pero tengo guardada su imagen. El otro día regresó su recuerdo en un reencuentro del personal de Minimax en un bar del Rafal. Su hermano Pascual Ronda abrazó a mi padre y juntos lloraron recordando a Juan. Luego Pascual me cogió aparte: «Dale mañana este sobre a tu padre. Ahora no, que está muy emocionado». Era una foto de su hermano que ponía en el reverso: «Para mi compadre Manolo. Desde los cielos, un abrazo fuerte».

Juan nació en 1951 en Menorca en una familia de carniceros. Todos: su abuelo, su padre y sus dos hermanos se dedicaron a lo mismo. Cuando era muy pequeño, su familia se trasladó a una de las viviendas sociales del barrio de Corea, en Palma. Empezó a trabajar con sólo 14 años porque su padre falleció pronto y él tuvo que encargarse de sus hermanos, Pascual y Jose. «Para mí fue como mi padre. Yo le tenía adoración», recuerda Pascual. Conoció a su mujer y la introdujo también en el oficio. Se casaron y se fueron a vivir a Son Sardina.

En sus mejores años participó en el nacimiento de un nuevo concepto de supermercado: Minimax. Aquella empresa fundada con capital mallorquín en 1980 fue un éxito sin precedentes. La carnicería de los hermanos Ronda hacía cajas de récord cada día y tenían clientes que venían desde la otra punta de la isla. «Aquello fue el boom. Rompimos todos los moldes. Éramos una gran familia», subraya Pascual. Fueron años felices. El personal era muy joven y todo estaba por hacer. Había pasión y ganas. Encima la economía iba como un tiro.

Todo se torció el 25 de mayo de 1994. En la radio anunciaron que un obrero de 43 años había muerto aplastado por un camión en Mercapalma: «Juan José Ronda estaba sobre el muelle de carga, ayudando mediante señas al conductor. El camión maniobraba marcha atrás y aplastó al trabajador». Los periódicos publicaron la fotografía con el cuerpo tumbado sobre el muelle y varios policías alrededor. Era una imagen desgarradora que vulneraba la ética periodística. La prensa priorizó el morbo sobre el respeto a la familia de la víctima. Juan dejaba mujer y dos hijas.

El funeral fue masivo. La familia estuvo recibiendo pésames durante cerca de cinco horas: familiares, amigos, compañeros, clientes… Juan era una persona muy querida en Mallorca. «Todos se portaron de manera inmejorable», afirma Pascual.

Aquel año 1994 murieron en España cerca de 1.400 personas en su puesto de trabajo. Una epidemia mortal totalmente silenciada. Las cifras han mejorado con los años pero desde 2013 no dejan de subir. El año pasado fallecieron 826, es decir, más de dos personas cada día. El 70 % son hombres en labores peligrosas.

Juan, compadre, de parte de mis padres, mis tíos y toda la familia Aguilera, un abrazo fuerte.