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Hace unas semanas se celebraron los 40 años de la autonomía balear. Ha habido muchos artículos, testimonios y análisis sobre los inicios en 1983, comparaciones con la situación actual mientras otros plantean una urgente reforma estatuaria con pocos argumentos a favor, por cierto. De todo lo dicho me ha llamado la atención la entrevista que se le ha hecho en este medio a Cristòfol Soler, expresidente del Govern y primer conseller d'Economia i Hisenda del gabinete Cañellas. Contaba Soler la precariedad en la que comenzó su andadura política tras haber heredado la escasa infraestructura del Consell General Interinsular. A pesar de ello la autonomía pudo comenzar a funcionar y se iban gestionando las pocas competencias que tenía Balears. Puede decirse, y seguramente casi todos estarán de acuerdo, que la mayoría de edad de la autonomía se produjo al asumir las competencias educativas y sanitarias, donde el presupuesto aumentó considerablemente.

Hoy podemos decir que, al margen de Justicia, la autonomía balear ha cumplido sobradamente la mayoría de edad y que se gestionan las grandes competencias. Pero seguimos sin gestionar Justicia, seguramente porque daría muchos problemas ponerla al día y no tendría prácticamente una rentabilidad en cuanto a votos.

Es posible que algunos ciudadanos de preguntarán tras 40 años de autonomía: ¿Hemos mejorado en algo? ¿Tenemos mejor calidad de vida que hace 40 años? ¿Las instituciones autonómicas resuelven realmente nuestros problemas más básicos? Es imposible no mejorar algo en 40 años, pero en cuestiones básicas no puede decirse que la situación sea mejor ahora que hace cuatro décadas. La sanidad tiene más listas de espera que nunca, hay más inseguridad ciudadana (aunque no sea una competencia autonómica), el acceso a la vivienda es prácticamente imposible y el nivel educativo es cada vez peor. Sin embargo, este escenario tan pesimista ha provocado un incremento de gasto desmedido y una deuda total que ahora mismo supera los 9.000 millones. No pretende este artículo proponer la disolución de la autonomía como plantean algunos partidos políticos, pero sí quiere reflexionar que se están deteriorando los servicios básicos y los ciudadanos comienzan a ser muy conscientes de ello. Ni la propaganda electoral de las próximas semanas puede negar la evidencia: la calidad de vida ha empeorado y se ha demostrado que más dinero no supone mejores servicios. Seguramente hay más altos cargos que nunca y más gasto corriente que nunca, pero poco más. Luego se escandalizan con aquellos que no creen en las autonomías, pero han dado muchos motivos para desconfiar. Aún así ha sido un honor poder vivir algunos momentos históricos de estos últimos 40 años.