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Me resulta fascinante comprobar como, todavía, hay alguien que cree en los políticos y en sus mensajes. Estos días en los que todos se afanan por llamar la atención y acaparar flashes y titulares para ver si rascan algún voto perdido, el principal candidato alternativo a ocupar La Moncloa, Alberto Núñez Feijóo, la gran apuesta conservadora, ya ha anunciado que si lo logra, derogará de inmediato la reforma de las pensiones recién aprobada por mayoría absoluta en el Congreso. A ver cómo se lo explica a quienes perciben las pensiones más bajas, que han logrado igualarse al salario mínimo por primera vez. Pero, oye, nada que objetar, cada partido es muy libre de proponer unas medidas u otras. El problema es que no desvela cómo abordaría él el problema, qué soluciones ofrece. Por respeto a sus eventuales votantes, creo que debería ser honesto y contar qué quiere hacer con la inmensa cantidad de abuelos camino de la jubilación que se ven en el horizonte. No sabe o no contesta. Muy gallego. Dice banalidades del tipo «me centraré en la creación de empleo, en aumentar la productividad, en atraer inversiones extranjeras, en incentivar la natalidad»... Bobadas. Decir eso es como prometer que cuando él gobierne no habrá sequía porque garantiza la lluvia. Personalmente descubrí en mi tierna adolescencia de qué madera están hechos los políticos y me asombra que haya adultos hechos y derechos que aún tragan ese tipo de discursos hueros sin fundamento. ¿Que el tipo te gusta, lo encuentras guapo, el contrario te repugna, odias a los ‘comunistas'? Muy bien, vótale, estás en tu derecho. Pero, por favor, exige un poquito más de nivel, de honestidad. No permitas que nos gobiernen auténticos ineptos.