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Ha sido y es una bendición el tiempo despejado que reina durante esta Semana Santa, pero será una maldición si continúan los anticiclones y el tiempo seco. Ha sido y es una buena noticia que las procesiones hayan podido salir, según preveían los programas, pero si la falta de lluvia se prolonga, vamos a tener un verano en que las restricciones son más que probables.

La media del agua en los embalses españoles es del 43 %, cuando la media de los últimos 10 años ha sido superior al 66 %. El año 2022 fue muy seco y la primavera que nos aguarda parece seguir la tónica de casi todas las primaveras, que llueve mucho para estropear fiestas al aire libre y excursiones, y muy poco para recuperar la capacidad de los embalses. Las víctimas del primer caso inventaron el refrán de ‘en abril, aguas mil’, pero los agricultores recitan ese otro que dice ‘las aguas de abril caben en un dedil’. Primero, debería emprenderse una campaña de concienciación, que nunca viene mal, ante de comenzar a tomar medidas, y, luego, si entrando en el verano los embalses continúan con una capacidad por debajo de lo habitual, habría que ejecutar aquellas acciones de ahorro, más eficaces e importantes, dando prioridad al agua para el consumo humano y la agricultura.

No parece muy complicado, pero estamos en periodo electoral, y a nadie le apetece presentarse a las elecciones haciendo el papel de Casandra. «Quita, quita, a ver si voy a perder la alcaldía por amargarle la vida a los que usan y acuden a las piscinas». Y no existe presidente autonómico, ni alcalde, que por abordar un problema se cree el problema de no ser elegido. Las comunidades con embalses más afectados son Extremadura, Andalucía, Murcia y Cataluña. Pero nadie abrirá la boca. Como siempre, cuando llegue el verano nos daremos cuenta de que habremos llegado tarde. Ojalá Casandra se equivoque.