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El resultado de Sumar, la apuesta política de Yolanda Díaz, está por ver, aunque existen precedentes de operaciones transformistas de este tipo que hacen pensar qué en términos electorales no será especialmente copiosa. Hay que reconocer que su promotora se hallaba en el sitio privilegiado que le ha permitido saltar del barco avizorando el naufragio de Podemos en las cercanas elecciones de mayo. Antes que el CIS de Tezanos, otros sondeos de intención de voto apuntaban el descenso de los morados. Las centenares de rebajas de penas y las excarcelaciones a delincuentes sexuales –el monumental desastre generado por la ‘ley Montero', conocida como la del ‘solo sí es só'–, les está pasando factura. Y de manera agravada tras no admitir los fallos técnicos de la mencionada ley, no pedir disculpas por el error y negarse a corregirla. Yolanda Díaz, designada en su día a dedo por Pablo Iglesias para encabezar la futura lista de las izquierdas situadas a la izquierda del PSOE, ha sabido captar ese desencanto y ha dicho que ella habría presentado la dimisión de haber sido la responsable de esa ley. Díaz anunció que cancelaba su deuda con Iglesias escogiendo el momento de mayor debilidad de Podemos en el seno del Gobierno. Contando con la complicidad de Pedro Sánchez. Complicidad traducida en gestos como permitir que Yolanda Díaz interviniera en el debate de la moción de censura al tiempo que dos días después vetaba la presencias de Ione Belarra en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros el día en el que el Gabinete había aprobado la Ley de Familias elaborada por su departamento. Sánchez no ha destituido a Irene Montero, pese a estar abrasada políticamente, pero al apoyar de manera tan evidente a Yolanda Díaz está poniendo los medios para que Podemos enfile hacia la irrelevancia. La apuesta es arriesgada porque Sumar –el proyecto de Díaz– al carecer de estructura propia esta obligada recurrir a Izquierda Unida y al PCE, dos formaciones de conocido y parvo tirón electoral.