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Mantra: sonidos en silencio de Georgia Wyss y Wari OM (2017) es un documental musical sobre el uso repetitivo de mantras para encontrar la paz interior. Las técnicas de repetición no siempre adormecen por la paz. La guerra en Ucrania es un claro ejemplo. Se repiten una serie de mantras, comenzando por lo de «EEUU sus aliados y socios» cuando en realidad éstos son simples peones sin voz propia –como los propios ciudadanos no consultados a los que adormecer– de un imperio que impone su superioridad con guerras continuas aunque torture y pisotee derechos humanos (Irak, Guantánamo), use bombas atómicas (por cierto sobre población civil) o se alíe con dictaduras abyectas. Acciones que nunca han sido llevadas ante un tribunal internacional. Son guerras que necesita para alimentar una industria militar que consume un presupuesto igual al de los doce países siguientes juntos. Un Saturno que devora a sus hijos, sembrando de armas su propio país, con un tercio de todos los tiroteos del mundo (CNN) y 1.637 niños o adolescentes muertos en 2022 (Euronews). Mantras belicistas, como las de Josep Borrell, que dejó claro que en esta guerra, Occidente es actor: «Sin nuestra ayuda, Ucrania no aguantaría ni una semana.» Y también sanciones, que se vuelven como un bumerán. El 48 % de los españoles no puede comer carne o pescado frescos regularmente, según un reciente informe. Otro mantra es que es una guerra «no provocada, e injustificada.» No seré yo quien defienda ninguna guerra, y debe reconocerse que la invasión de Ucrania por parte de Rusia se hizo violando los acuerdos del Memorándum de Budapest, pero antes se habían producido una serie de acciones que rebaten esos dos adjetivos. 1/ El incumplimiento de la promesa de que Occidente no avanzaría hacia el este; 2/ el golpe de Estado facilitado por la CIA en contra del gobierno legítimo prorruso (2014); 3/ los asesinatos en la plaza Maidán por francotiradores pro-occidentales; 4/ la quema de simpatizantes prorrusos con cócteles molotov en la casa de los sindicatos de Odessa; 5/ la prohibición y persecución del idioma ruso en el país, pese a que es el idioma nativo del 20 % de su población; 6/ los reiterados ataques desde 2014 a las zonas prorrusas del Donbas, incluyendo población civil; 7/ El incumplimiento de los acuerdos de Minsk, afirmando cínicamente que nunca hubo intención de cumplirlos; 8/ el riesgo inaceptable para Rusia de la entrada de Ucrania en la OTAN, como lo fue en la época Kennedy la instalación de misiles en Cuba; y 9/ el desprecio a la propuesta de un acuerdo planteada por Putin en diciembre de 2021, solicitando garantías de seguridad ante la expansión OTAN. Pese a ofensivas y contraofensivas, la situación militar está estancada. El pasado noviembre, el general de los EEUU Mark Milley, declaró que la guerra no se podía ganar por medios puramente militares, coincidiendo con otros analistas como Scott Ritter. Jorge Cachinero publica (El Economista 2/5/2023) que no existe «un camino militar racional que pueda garantizar el éxito y la victoria para Ucrania.» Mientras, Frederik Pleitgen (CNN) denunciaba con horror el escaso valor de una vida humana allí.