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Cuando los morteros enemigos dieron por fin un rato de descanso, el miliciano David tomó papel y lápiz. Quería avisar a su novia de que estaba luchando en primera línea del frente de Mallorca. Su salida de Barcelona había sido precipitada y ni siquiera se había podido despedir. Se sentó a cubierto tras la gruesa pared de piedra que le servía de parapeto, colocó el papel sobre una caja de municiones y escribió: «Recordada María: Aquí en Porto Cristo se está muy bien, no pasa nada. He saludado a muchos amigos que tenía aquí. La norma es dejarse la barba y ahora parezco un superviviente de la edad de piedra. También fumamos en pipa. Suerte que tabaco no nos falta. Esto acabará muy pronto. Esta gente (los fascistas) están desmoralizados completamente».

Estas letras son las últimas que se conservan de él. Se guardan en el archivo militar de Palma y todavía nadie sabe exactamente qué le pasó. Aparece como desaparecido en combate en el listado oficial de víctimas elaborado por el historiador Gonzalo Berger. Un documento de las milicias prueba que su padre, Joan Amat, lo buscaba en Barcelona todavía el 18 de septiembre, dos semanas después de terminar la Batalla de Mallorca. Tendría que haber regresado, pero no lo hizo.

David Amat Sala era de Sant Andreu, Barcelona, y estaba afiliado al partido Estat Català cuando se alistó en la tercera centuria de la Columna Zapatero. Se llamaba así porque su comandante era un militar profesional, el capitán Marcelino Zapatero. David estaba realizando una instrucción exprés en la capital catalana cuando recibió orden de embarcar cuanto antes. Sus compañeros de Mallorca necesitaban urgentemente refuerzos. Su grupo fue de los últimos en llegar a la isla. Partió en barco el 30 de agosto de 1936, paró en la Menorca republicana y llegó a Porto Cristo el 1 de septiembre.

Su destino fue el lugar más difícil del frente: una larga pared de piedra en la zona alta de Porto Cristo llamada el Parapeto de la Muerte. La artillería franquista y la aviación italiana les machacaban sin descanso. Cada día sufrían entre 8 y 10 muertos pero rehacían la línea constantemente. Estaban aferrados al terreno. No retrocedían ni un centímetro.

El 3 de septiembre, solo dos días después de llegar David, el Gobierno de la República dio orden de retirada. Todas las columnas antifascistas reembarcaron rumbo a Barcelona. Los franquistas entraron en el Parapeto de la Muerte y solo hallaron cadáveres. Quizá encontraron la carta de David en su mismo bolsillo o encima de la caja de municiones. O puede que lo cogieran vivo y fuera fusilado la noche siguiente en el cementerio de Son Coletes, en Manacor. No lo sabemos.

La carta termina así: «Te ruego que vayas a casa y enseñes esta carta a mi padre, así tendrá noticias mías. También te ruego que me escribas cuanto antes. Estoy ansioso de saber tu opinión sobre todo esto. Dile a tu madre que no se espante, que esto se acabará muy pronto y en nada podremos ir al cine. Recibe un fuerte abrazo de tu futuro compañero, David Amat».