Lo primero que me atrae de ella, aparte su elegancia natural, es que siendo comunista pueda vestir como una princesa; con lo cual se contrapone a la reina, que siendo de la realeza da habitualmente la imagen de una pretenciosa plebeya. Su figura me sorprende porque así como a la reina, vista como vista, la percibo muy trivial, en cambio a ella, sea cual sea su vestimenta, la percibo con un refinamiento singular; por supuesto en el caso que en mi mente tuviese definido el estado refinado. Aquel dicho castellano que manifiesta que el hábito no hace al monje se ve que a mí sí me lo hace, porque, por sus vestidos, a una comunista la puedo percibir como a una princesa y a una reina como a lo que realmente es. En cualquier caso, debe tenerse en cuenta que esa contraposición, aunque sea intrínsecamente autentica, es más sintomática que profunda.
Lo que más me llama la atención de su pensamiento es que la mayoría de sus propuestas divulgadas son las que creo que formularía la burguesía en el caso de que tuviésemos la ventura de que su espíritu todavía estuviese vigente. En gran medida me divierte que a la derecha hispánica las propuestas que ella hace le parezcan propias de una comunista, cuando en realidad son las que harían las auténticas derechas si en el Imperio hubiesen existido y dejado descendientes. Debido a la aciaga historia imperial sufrimos el disparate de que los aborrecibles comunistas se vean obligados a proponer lo que no puede hacer la derecha debido a su inexistencia. La derecha auténtica no puede existir porque se pasó de la aristocracia a una derecha sin ninguna evolución en sus mentes y comportamientos. Con lo cual, en el Imperio, la mentalidad de la derecha es la de una aristocracia sin espacio ni objeto e incapaz de encontrar su ubicación.
Llegado a ese punto, me entra un escalofrío en el cuerpo, porque no puedo evitar pensar en el riesgo que corro notificando lo que estoy diciendo, en el caso de que Yolanda sufriese un cambio repentino como el padecido por Marta Rovira y muchos de los políticos independentistas. Tendría que comerme mis elogios, como tengo que comerme los que hice en su día a Marta Rovira. Diciendo esto me resuenan las palabras del personaje interpretado por Kirk Douglas en el film de Kubrick Caminos de gloria en el cual afirma que la política es el último refugio de los canallas. En cualquier caso, de Yolanda Díaz no espero algo tan ingente como la independencia de Catalunya, que era lo que realmente esperaba de Marta Rovira. Además, me es difícil de creer que Yolanda Díaz, aunque sea política, llegue a una peculiaridad tan miserable. La veo más auténtica y me conformaría que pudiese dar un poco de dignidad a este Imperio estrambótico al cual estoy sometido. Me congratularía que, aunque fuese mínimamente, lo asease para que fuese algo un poco más habitable. Pedir más de ella sería una pretensión descabellada que nunca podría esperar de un político imperial. Ni siquiera de Yolanda Díaz.
4 comentarios
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El pensamiento burgués ya no da los resultados deseados desde que la URSS colapsó. Igual es porque ese es tan solo un mantra repetido mil veces al puro estilo Goebbels.
Beatificación. Corrector.
vaya empanada
El momento más glorioso es cuando con su pelo castaño habla de HUGO CHÁVEZ en un discurso…COMO NO , en VENEZUELA Y QUE FIRMARÍA EL MISMÍSIMO MONEDERO… Si llega a los oídos del Jesuita Papa FRANCISCO doy por seguro su BESTIFICACION… la de CHÁVEZ, claro.