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El término de pato cojo se generalizó en los EEUU para referirse a los presidentes al final del segundo mandato a los que ya nadie atiende. Pues Sánchez es un pato cojo, pero no lo sabe. Fuera de toda realidad, se cree llamado a salvar del fascismo al pueblo español liderando una tropa variopinta de golpistas, filoterroristas, comunistas, psicópatas hembristas y socialistas de nuevo cuño conocidos como sanchistas. Y cuando se topa con la realidad, como fueron los resultados del 28-M, enfurece, se refugia en la ideología de sus socios e insulta, de la forma más desabrida, a todos aquellos que no fueron capaces de ver la luz de su propuesta. No sin antes haber recibido los aplausos de sus diputados y senadores que, después de haber arrastrado al partido a sus peores resultados, puestos en pie y emocionados, dieron una pésima lección borreguil al estilo de los usos norcoreanos.

No sabe que el máximo responsable de la debacle es él, que se echó la campaña a sus espaldas aún a sabiendas de que los barones le huían como de la peste, conocedores de las antipatías que genera su persona, que le lleva a tener que pedir el DNI a la entrada de los mítines, a aislarse doquiera que sea el lugar público al que asista o dejar plantados a los Reyes en el desfile de las Fuerzas Armadas, pues los pitos de la canalla suenan más que los tambores y trompetas. No sabe que una gran mayoría de ciudadanos, incluidos parte de los otrora socialistas, rechaza las políticas desarrolladas por su Gobierno, lo que no hubiera ocurrido de no ser porque, una vez que se hizo con las riendas del partido, convirtió su dirección en un politburó negando la más mínima disensión.

Han contribuido también a convertirle en un cadáver político, esa prensa que también ha aplaudido la funesta elección de sus socios, leyes desquiciadas, indultos que erosionaban el prestigio de la Justicia y la moral de los ciudadanos, el rebaje de penas a los malos, blanquear a los que fueron terroristas, alimentar el odio al que no piensa como el frente popular con leyes recordando lo que ocurrió casi hace un siglo, mientras pregonaba que debíamos superar el pasado de ETA, que era de antes de ayer.
El 23-J se va a enterar.