Todo comenzó el 16 de agosto de 1936. Aquel día, 5.000 milicianos antifascistas desembarcaron en Mallorca y ocuparon todas las fincas cercanas a la costa entre Cala Millor y Porto Cristo. En Sa Gruta usaron dos casas para colocar un puesto de mando y un hospital de campaña. Las familias que allí habitaban eran republicanas y no se opusieron. Tampoco podían hacerlo, las habrían fusilado, así que convivieron con los milicianos los 20 días que duró la batalla.
La mañana del 4 de septiembre comprobaron que los milicianos se habían marchado con toda su comida en un carro. Los hombres salieron en su busca y acabaron detenidos por falangistas. Les acusaban de militar en Unión Republicana y haber dado «alojamiento a los rojos». La última vez que vieron a uno de ellos estaba con las manos atadas dentro de un camión en Son Carrió. Todas las fuentes coinciden en que los tres fueron fusilados el 7 de septiembre de 1936 en el cementerio de Son Coletes (Manacor). Se llamaban Gabriel Gelabert Riera, Miquel Pascual Jaume y Andreu Pascual Gelabert. Sus cuerpos todavía no han aparecido.
El otro día visité la finca junto a uno de los nietos, Pep Torró. En una de las casas tropecé con un retrato de la virgen cubierto de polvo. «Mi abuela Tonina no iba de curas ni monjas. No era religiosa, pero tenía la casa llena de cuadros de la virgen. Lo hacía para integrarse». Pep explica que hubo un gran silencio en la familia sobre lo ocurrido en la Guerra Civil. Era un tema tabú y ahora lamenta no haber registrado el testimonio de sus padres. «Sí sé que a la abuela le dolió muchísimo que, para que su hija se pudiera casar, la obligaran a firmar un papel que decía que su marido e hijo habían muerto en el frente». Ella sabía la verdad y la forzaron a mentir.
A pesar de todo, Tonina salió adelante con cinco hijos, su cuñada y su sobrino. La hija de este sobrino se llama Francisca Gelabert y escribió una emotiva carta a Memoria Democrática del Govern: «En aquel tiempo no había psicólogos ni nada y pensaban que la manera de superar estas cosas era olvidarlas. Para conseguirlo, lo que tenían que hacer era no hablar de ello. Y así lo hicieron durante muchos años, pero hay cosas que no se pueden olvidar y la abuela quedó marcada de por vida». Francisca concluye: «Si hubiera sabido antes lo que pasó, creo que le habría podido ayudar a vivir un poco mejor. Ayuda mucho poder desahogarse con alguien y ella no lo pudo hacer nunca». Cae el sol en la finca de Sa Gruta. Los secretos vuelven a esconderse debajo de las piedras.
2 comentarios
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Gràcies per l'article. Olvidar no ajuda a res. A Sa Coma, Porto Cristo i a Son Carrió falten monuments o plaques que expliquin i recordin el que va passar
Cuánta infamia. Gracias al autor por rescatar esta y otras pequeñas historias.