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La venganza tiene un olor dulzón a frutas podridas y restos orgánicos, de ahí la recomendación de aguardar un poco y servirla fría. Pero claro, algunos tienen mucha prisa, como se ha comprobado en la rápida formación del nuevo Gobierno de la Generalitat Valenciana. Las derechas pactaron en el tiempo de un parpadeo, se diría que ni les hizo falta pactar, impulsadas por el afán vengativo. A fin de eludir responsabilidades por el procedimiento de multiplicarlas, Rajoy solía decir que si algo decía no lo decía él, sino todo el mundo, y ahora Feijóo sólo dice que ciertas cosas no hace falta decirlas, ya que se sobreentienden. Una mejora gallega del procedimiento. Por ejemplo, huelga decir que además de eufórica, la derecha está totalmente segura de que ganará las elecciones generales de julio, lo da por hecho, y ni siquiera necesita recurrir al prudencial «todo el mundo lo dice» de Rajoy. Tampoco se acoge al viejo precepto benedictino (o jesuítico, ya no me acuerdo) de que cuando los verdaderos enemigos son demasiado fuertes, hay que buscarse otros más débiles. No lo necesita, no desdeña ningún enemigo, de todos se venga, grandes o pequeños. Aquí no somos valencianos, pero ya verán qué pronto empezamos a tener feas tensiones idiomáticas, además de medioambientales, climáticas y etcétera. Nos aguardan semanas en las que, si bien ciertas cosas no hace falta decirlas, se repetirán a diario con machaconería, y sólo se hablará de eso, de los pactos de derechas, según tales derechas vayan tomando el poder aquí y allá, hasta ocuparlo todo en plena canícula de julio. De acuerdo, es natural y democrático, pero lo que a mí me perturba es ese fuerte aroma revanchista y dulzón a venganza apresurada, incluso anticipatoria, que impregna el ambiente preelectoral, todas las noticias, la mayoría de los discursos. Ya sabemos que la política es muy vengativa, se basa en el ajuste de cuentas, y en realidad consiste en una continuación de la venganza por otros medios. Pero quizá no debería notarse tanto; con que se sobreentienda es más que suficiente. Lo digo porque con el calor estival, este hedor vengativo puede hacerse insoportable. Yo tolero casi cualquier cosa, pero mi olfato no.