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Siempre me han llamado la atención aquellos pubs que, en principio, sólo cuentan entre sus clientes con personas de una misma y única nacionalidad, ya sean ingleses, daneses o irlandeses. A veces, fijándose ya sólo en el rótulo que hay en la entrada o en la decoración interior de alguno de esos locales, uno intuye que un pub casi idéntico al que en ese momento estamos contemplando en Palma podría encontrarse también perfectamente en ciudades como Londres, Copenhague o Dublín. Si uno es además algo propenso a dejarse llevar un poco por la fantasía, como ocurre en mi caso, no es difícil imaginarse que el propietario o la propietaria actual del pub al que acabamos de entrar llevó tal vez en el pasado una vida aventurera y llena de emociones, una vida que finalmente ha decidido cambiar por una existencia algo más tranquila en Ciutat.

Aun así, es posible que algunas noches esa persona recuerde con una cierta nostalgia los años lejanos de su juventud en su país de origen o que piense cada cierto tiempo en algún amor imposible del pasado. Además, un pub es siempre un buen lugar para hablar de todo ello, con la impagable compañía de una buena y refrescante cerveza. Los clientes de dichos establecimientos suelen ser, por su parte, personas que llevan ya muchos años residiendo en la Isla, y que al igual que nosotros han visto cómo han ido cambiando profundamente zonas como Cala Major, Son Armadams, El Terreno o el centro histórico. Todas esas personas extranjeras también forman parte, para bien, de la historia sentimental de nuestra querida ciudad.