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Cuenta la leyenda que el tercer duque de Alba, persona de total confianza del rey Felipe II y gobernador de los Países Bajos, al reprimir la revuelta de los ‘herejes’ encarceló en 1567 a dos de los cabecillas, al conde Egmont y al conde Horn. Dado que eran nobles y amigos del Monarca, el duque le mandó un mensajero para saber si el Rey ejercería el derecho de gracia. El rey contestó que les preservara la vida. El siguiente mensaje del Duque al Rey fue «Demasiado tarde Majestad, ayer fueron ejecutados, decapitados».

Nos podemos imaginar lo que tardaban los mensajes entre Países Bajos y Madrid a finales del siglo XVI. Las noticias no se conocían y la actualidad podía referirse a algo que hacía tiempo que había sucedido. Ahora, una noticia apenas se sostiene 24 horas en internet y si no hay una continuidad, desaparece de nuestra actualidad.

¿Quién sabe ahora mismo donde está Prighozin el jefe del grupo paramilitar Wagner tras la supuesta rebelión y marcha sobre Moscú para presionar a Putin? Tras el asilo temporal en Bielorusia parece que está en San Petersburgo y que goza de libertad de movimiento. ¿Dónde están sus hombres? El Kremlin necesita recuperar el control sobre estos hombres, pero no puede hacerlo disolviendo la unidad e incorporando a esos mercenarios al Ejército ruso.

No se sabe qué consecuencias tendrá esto sobre la guerra de agresión a Ucrania. De repente, Wagner pasa ya a un segundo plano porque, así, a escondidas, entre debates y otras zarandajas, aparece el anuncio de que Estados Unidos ha facilitado bombas de racimo a Ucrania. Una barbaridad sin paliativos, una noticia que dura en las cabeceras lo que tarda un fósforo en consumirse. En 2010 se firmó una Convención Internacional para prohibirlas, pero ni Estados Unidos, ni Rusia ni Ucrania han firmado la adhesión (España sí lo ha hecho).

Como su nombre sugiere, la bomba de racimo es una bomba ‘contenedor’ que durante la trayectoria del lanzamiento se abre y expulsa docenas o centenares de submuniciones que se dispersan en un área muy amplia. Tiene una enorme capacidad mortífera. Aunque se dirija contra objetivos militares es fácil que alcance también a civiles ajenos al conflicto. Si Ucrania llega a usarlas y Rusia le responde con las mismas armas, estaríamos ante una escalada incontrolable del conflicto. Además, ¿dónde se usarían, en territorio ruso o ucraniano? La UE tiene que reaccionar y ejercer una fuerte presión para que esto no ocurra.

La amenaza está ahí. Hoy en día que las noticias vuelan, no como en el siglo XVI, no podemos quedarnos sentados ante lo inevitable ni permitir que EEUU haga de la guerra un negocio.