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L os programas económicos de las derechas basculan entre la inconcreción y una especificidad lesiva para los intereses del país. Las apuestas económicas son inconcretas desde el momento en que se envuelven en soflamas pretendidamente novedosas (la bajada de los impuestos) y, a la vez, abstractas (la libertad), sin más recorrido que una retórica vacía de contenido: sin cálculo económico. Pero son inquietantes, esas propuestas, cuando aterrizan en algunos ámbitos: se han expuesto las intenciones de derogar todo un racimo de importantes leyes con afectación económica y social, por el hecho esencial de haber sido aprobadas durante la legislatura del gobierno de coalición progresista. Así, se sigue abogando por retocar –ahora ya no se subraya una derogación total– la reforma laboral, un instrumento que está proporcionando los mejores datos en los mercados de trabajo (en forma de reducción de la tasa de paro y un notable incremento de la ocupación y afiliación a la Seguridad Social). Se condiciona el tema de las pensiones, que ha supuesto la subida de las mismas en función del IPC –un 8,5 %; en contraste con el raquítico 0,25% de la época del presidente Rajoy–. No se sabe qué se piensa hacer con el SMI, ni con el IMV, palancas que han mejorado la capacidad adquisitiva de un amplio espectro de la población. Se apuesta por cesar el tope ibérico y apostar por las centrales nucleares –cuando la mayor parte de Europa las van cerrando; el caso francés es una excepción, y requeriría otro artículo–, cuando ese tope ha significado un ahorro del orden del 18 % en las facturas de los consumidores, según expertos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. En otras palabras: la demolición de esta última medida conformaría el encarecimiento de la factura de la luz y del gas para los hogares españoles.

Pero lo que resulta mucho más llamativo e insolvente son los anuncios del partido de la ultraderecha, sin corrección alguna por parte de su socio político. Anuncios que han motivado, incluso, comentarios preocupantes por la prensa internacional (New York Times, 9 de julio, en línea con, incluso, editoriales y observaciones anteriores de The Guardian o del nada sospechoso The Times). Las peligrosas ocurrencias de quienes han redactado el programa económico de la ultraderecha demuestran no solo una gran estulticia sobre el funcionamiento de la economía, sino la enorme insensatez de unas propuestas que buscan el estallido de la democracia y, al mismo tiempo, el aislacionismo atávico de España. Subida de aranceles a Marruecos –un auténtico despropósito, toda vez que la balanza comercial es favorable para España–; elusión de las normativas comunitarias que, se afirma, deben estar por debajo de las nacionales; desmantelamiento de las autonomías; cierre de resortes básicos del estado del bienestar; una reforma fiscal propia de la ciencia ficción más que de la realidad social y económica; etc.

Todo sin respuesta, sin contraste, por el socio. Cálculo a vuela pluma: si se aplicara solo una parte de todo esto, la pérdida de fondos europeos se puede evaluar entre 20 MM y 30 MM de euros. El regreso a una nueva autarquía.