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Un amigo ya fallecido que sabía mucho de política aseguraba que la irrupción de Podemos había sido positiva porque era una bocanada de aire fresco al aportar nuevas ideas. Excepto en sus críticas al modelo del 78, mi amigo sostenía que algunas propuestas tenían que tenerse en cuenta, especialmente todas aquellas sobre la regeneración política y el fin de las élites. No se puede asegurar que no hayan aportado nada a la política nacional y balear pero realmente los últimos cuatro años han sido desilusionantes al convertirse en un anexo del PSOE, sobre todo en Balears, y en un partido que ha protegido más a sus dirigentes que a los ciudadanos que decían representar en el ámbito nacional. No se puede ir criticando a todos aquellos que, con sus ahorros o una herencia, o incluso con una hipoteca, puedan comprarse una buena casa y a la vez instalarse en un chalé en una zona residencial de Madrid convocando un referéndum entre los militantes para limpiar las conciencias de la pareja Iglesias-Montero. Todo demasiado absurdo para que no tenga un coste electoral.

En Balears, sus dirigentes han mostrado un perfil bastante bajo durante la pasada legislatura, excepto en el Ayuntamiento de Palma, donde la gestión de sus concejales ha sido peor que mala. Era imposible que la irrupción en política municipal palmesana de la tal Sonia Vivas no tuviese consecuencias en las urnas, así como el errático paso por otra concejalía de Alberto Jarabo. Poco o nada se sabe de lo que ha hecho en cuatro años. La ibicenca Gloria Santiago, vicepresidenta del Parlament, creía que los votos se conseguían mediante vídeos superguays difundidos en Tik Tok, pero la realidad ha demostrado que parece que no la han votado ni sus vecinos. No se puede decir que hay que acotar los mandatos en política (dos legislaturas como tope) y a la vez intentar perpetuarte de cargo en cargo porque no tienes futuro fuera de la política, como ocurre con muchos de los dirigentes que no consiguieron resultar elegidos, hoy en las colas del paro o con unas perspectivas laborales muy alejadas de la relevancia de los cargos que han ostentado hasta no hace mucho. Ahora, Podemos se enfrenta a un último capítulo hasta su desaparición total. Tiene que despedir a los pocos empleados que tiene porque evidentemente los ingresos han bajado de forma espectacular tras su descalabro electoral. Tampoco estaría mal mantener estos puestos de trabajo con un crowdfunding entre militantes, pero se ve que no hay ni ganas ni ánimo para seguir con toda la estructura actual aunque sea de forma artificial. Tampoco estaría mal que la cúpula de Vox observase el fenómeno que vive Podemos en la actualidad porque los próximos serán ellos. Está cantado.