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Defendía en la última colaboración que la amistad es uno de los pocos sustentos vitales en estos tiempos de incertidumbre y desconfianza. Sumamos, además, unos índices de criminalidad tan alarmantes que se incrementa la añoranza por aquella isla de la calma. La nostalgia es un acto íntimo que marida perfectamente con la amistad. Ahora recuerdo esas conversaciones telefónicas sobre el pasado, el presente y el futuro que sostenían una amistad heredada con Joan Andreu Pujol. Nos ha dejado ese hombre bueno y abogado ejemplar que tan acertadamente han descrito aquí el embajador Josep Pons y el menorquín Miquel Àngel Limón. Como decía Borges, la amistad no requiere de frecuencia y completaría la frase precisando que deja unos recuerdos y unas lecciones que pasan a ser permanentes e imborrables.

Ahora que puedo citarle, la discreción fue una de sus diversas virtudes, recordaré mi insistencia en unas Memorias que no sé si saldrán a la luz. Dejar ideas y experiencias escritas permite prolongar esas enseñanzas que se gestan en la práctica profesional y en el ámbito personal y también extenderlas a quienes no llegaron a conocer a quien otros califican de gran persona. Estamos escasos de ejemplos y nuestra actualidad viene marcada por personajes que no deberían ocupar mucho tiempo en los medios de comunicación o en las redes sociales. Especialmente cuando es tan fugaz y hay tantas cosas y personas maravillosas que requieren nuestra atención. Se acaba el verano y, otra vez, se presenta la oportunidad de plantearnos hitos y retos que permitan mejorar lo presente. Si repasamos las noticias y la actualidad asumiremos que es una necesidad revertir un rumbo que resulta muy cuestionable y que no parece darnos la felicidad adecuada.

Venimos de tiempos muy difíciles que superaron aquellos que ahora nos dejan, pero tenemos todos los medios y la educación para articular una sociedad mejor, donde el equilibrio de aspiraciones pueda consolidar el interés general y garantizar el bienestar de gran parte de la población. La semana que viene un curso de verano de la Universidad Internacional de Andalucía me llevará a Málaga y espero obtener más información de ese modelo que podemos copiar, aunque la clave no está en un modelo sino en un cambio de percepción y de actitud de los habitantes de Palma o de estas islas. Hay tantas ciudades como ciudadanos y la riqueza actualmente es conjugar las bondades de cada uno frente al imperante enfrentamiento que ni el Derecho ni quienes lo crean o lo aplican deberían incentivar. Los mejores propósitos se desvanecen cuando no hay buenos directores. Por ello, volviendo al llorado amigo, faltan personas con sentido común, humildad, rigor y dedicación. Como el abogado que solo se jubila al llegar ante la eternidad tras su entrega diaria a un sistema que siempre puede mejorarse. Es muy fácil perder la vocación y la ilusión cuando faltan los amigos que, sin pretenderlo, nos marcan una estela a seguir.