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En esos tiempos, cuando a la información solo se le otorga el valor de la inmediatez, una noticia acaecida el martes pasado –y no reflejada adecuadamente por algunos medios, todo hay que decirlo– puede considerarse ajada, como una maceta de begonias abandonadas a la furia de la tormenta. Pero, ahora que no escribo a diario, no puedo pasarla por alto y más si representa para mi un hito largamente perseguido. Un titular generoso en espacio sería el siguiente: ‘Todos los grupos políticos del Parlament Balear votan a favor de una moción presentada por el PP relativa al reconocimiento institucional de los descendientes de judíos conversos de Mallorca’. Fue así, y así hay que contarlo. La moción nació por un compromiso suscrito por Margalida Prohens en septiembre de 2022, cuando el presidente de la Comunidad Judía de Balears, Arieh Girondi, y un servidor fuimos a verla atendiendo su llamada.

Por aquel entonces buscábamos apoyos políticos para conseguir no solo una disculpa de los poderes públicos por los sufrimientos infligidos a los xuetes a lo largo de los siglos –eso ya lo había hecho Antich en 2011– sino la ‘institucionalización’ de nuestra presencia actual en el seno de la sociedad civil mallorquina. La entonces candidata al Govern aceptó el reto y la moción fue presentada en las postrimerías de la pasada legislatura.

Avatares parlamentarios –quiero creer que solo fueron eso– provocaron que la PNL quedara guardada en un cajón. La campanera renovó entonces su compromiso: «Cuando ganemos las elecciones será la primera proposición que presentemos».

Ha cumplido. La unanimidad –que agradezco sin regateos– ha sido como un regalo añadido, un hecho de justicia largamente demandado y esperado.

Estoy casi seguro de que ninguno de los diputados que el martes refrendó con su voto la iniciativa sabía que lo hacía en una fecha muy especial. Faltaban solo tres días para el inicio del Nuevo Año judío, el 5784 de nuestro calendario. Sin pretenderlo, la cámara balear hizo mucho más que votar a favor de la propuesta: la enmarcó en una fecha emblemática, la del Rosh Hassaná (Cap d’Any) que renueva todos los valores de nuestro pensamiento colectivo. El judaísmo no cree en las casualidades, todo ocurre por alguna razón.