El general Valeriano Weyler a su regreso de Cuba trajo consigo, como trofeos de guerra, el reloj, el revólver y la silla que utilizaba el líder independentista Antonio Maceo, muerto en un encontronazo con el ejército español. Sin duda alguna, la huella que dejó el general en su paso por la isla caribeña fue intensa, sin medias tintas. Su política de ‘concentración’ de la población campesina (las estimaciones más moderadas hablan de no menos de 300.000 personas muertas) le situó en el centro de las criticas de la prensa norteamericana de los magnates Hearst y Pulitzer, que lo consagraron como ‘uno de los villanos de la historia’ universal. Por su parte, son muchos los expertos, militares e historiadores, que consideran que la ‘concentración’ promovida por Weyler fue el antecedente directo de los konzentrationslager de la Alemania nazi. Escenarios de genocidio, asunto grave. El juicio popular con el general no fue menos benevolente, los cubanos le pusieron el nada equívoco apodo de ‘el Carnicero’.
La silla de Antonio Maceo
Palma20/09/23 0:29
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1 comentario
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Totalment d'acord amb l'article. El populisme dretà només cerca la crispació i la desviació mediàtica cap a temes viscerals, trumpisme pur i dur