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Al final va a resultar que Alberto Núñez Feijóo no habrá salido tan mal de su fallida sesión de investidura. Conspicuos analistas –aquí, en esta casa, e incluso en el periódico global en español– abundan en esta idea, al tiempo que afean a Sánchez la soberbia y el desprecio mostrados hacia la persona que, se mire por donde se mire, preside el partido más votado en las generales del 23-J. Alguien que contempla lo que ocurre en Madrid desde una mejor perspectiva que la mía me dice que el gallego se ha consolidado como líder a la derecha del Pecos. «Tiene cuerda al menos hasta las elecciones europeas del 2024», comentó. Lo que no deja de ser un alivio para alguien a quien la izquierda había fabricado prematuramente un precioso ataúd de madera de roble con cantos dorados y asas adornadas con motivos florales. Feijóo parece ahora un líder verosímil, que rechaza los votos de formaciones políticas cuya ideología y directrices atentan contra sus principios. Tal parece –soy lo bastante viejo como para saber que en política todo es estrategia– que don Alberto está haciendo caso a quienes le venían diciendo que lo que procedía era aprovechar el enorme poder político que tiene el PP, desde el Senado al más pequeño de los ayuntamientos.

En cuanto a Sánchez, su táctica de escurrir el bulto y mandar en su lugar a un destroyer como Óscar Puente resulta indiciaria de su reconocida soberbia, pero también de un cierto miedo. Está dicho y escrito miles de veces, aunque nadie parece hacer caso de ello: no todo vale en política. El desprecio y la chulería, tan madrileña, esta última, pueden volverse contra don Pedro aunque consiga ser investido presidente, que yo creo que sí. Algunos quisiéramos ver en Feijóo al Aznar de 1996, aquel fructífero pacto del Majestic con Jordi Pujol. ¿Qué le impide al gallego reencarnarse en el osado candidato del centro derecha que descabezó a los exaltados peperos del Principat y aseguró que hablaba catalán en la intimidad? Muy sencillo: la mera existencia de Vox lo impide. Pero ojo, que el todavía líder puede haber dado esta semana un paso crucial. Y, atención: Pedro Sánchez y Francina Armengol podrían arrepentirse de tu táctica de soltar a los miuras en los primeros compases de la corrida.