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Se impone desde hace años la cultura de la secuela, que por supuesto dejará secuelas futuras, y así, de secuela en secuela, vamos tirando. Algún intelectual laborioso, a la manera de Foster Wallace en La broma infinita, debería escribir una gruesa novela, un ensayo o una novela ensayística titulada La secuela infinita; mientras tanto, yo intentaré despachar el asunto con un párrafo. Porque aunque siempre hubo numerosas secuelas, y en su acepción clínica de trastorno o lesión producida por una enfermedad, un enamoramiento o una decisión política estamos muy acostumbrados a sufrirlas («me quedan secuelas», se dice), la cultura actual consiste en que la secuela de la cosa es más importante que la cosa. Y suele estar implícita en el original de dicha cosa, que sólo existe, precisamente, para generar más secuelas. Se nota sobre todo en el cine y la literatura, naturalmente, donde no sólo todo son secuelas de secuelas, sino que apenas se acepta una novedad que no contenga ya sus posteriores secuelas, sagas y franquicias, y existen géneros enteros (superhéroes, crímenes, galaxias, etc) de duración infinita mediante secuelas y precuelas. ¡Precuelas, el colmo de la secuela!

Cuando un autor joven de novelas negras se inventa un nuevo detective a base de pedazos de otros detective usados, ya tiene previsto, como si hiciera oposiciones a la función pública, al menos una docena de secuelas que terminará a la vejez, pues de lo contrario no le vale la pena empezar. Aquí hay que advertir que aunque lo diga el diccionario de la RAE, no conviene confundir secuelas con consecuencias. No es exactamente lo mismo. Todo tiene consecuencias, cómo no, y la suma actualizada de ellas se llama cultura, pero la cultura de la secuela es otra cosa. Que ya contiene implícitamente sus secuelas, y sus propias precuelas. Es decir, la cosa y la secuela de la cosa son la misma cosa. Por eso precisamente no se habla de información, entretenimiento, política o conocimientos, sino de contenidos. ¿Y qué contienen esos contenidos? Secuelas, desde luego. La secuela infinita. Permanente, pues nada es tan permanente como las secuelas. Alguien debería escribir un tratado sobre esta nueva cultura.