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Los sindicatos españoles llevan seis años de vacaciones. Me refiero, claro, a los sindicatos de clase –CCOO y UGT– porque ha habido diversos sindicatos que han estado activos y han reivindicado su molestia y búsqueda de soluciones a las malas retribuciones económicas.

En los demás sectores controlados por los sindicatos tradicionales, no ha habido problemas de ningún tipo, a pesar de que el paro aumentó hasta llegar a los 4.000.000 de parados entre 2021 y 2022. Ni siquiera entonces CCOO y UGT consideraron que debían interrumpir sus vacaciones. Es cierto que España es el país con más paro de la Unión Europea, y que en desempleados no nos moja la oreja ni siquiera Grecia, pero eso ya se ha acabado, y los sindicatos han decidido pasar a la acción. No en Cataluña, donde más ha aumentado el paro últimamente, sino en Castilla y León, que presenta una media de desempleo inferior a la media.

Lo que ha motivado que CCOO y UGT hayan renunciado a las largas vacaciones de más de un lustro ha sido el discurso de lo que –según califican sus líderes feministas– es un discurso de odio de Vox. Parece que Vox defiende la presunción de inocencia, recogida en la Constitución, sin distinción de sexo, raza, convicciones, religión, etcétera. Vamos, que son partidarios de que, en el conflicto entre hombre y mujer, ambos puedan defenderse en igualdad de condiciones, como sucede en todas las democracias.

Si los sindicatos se han lanzado a la calle será porque tienen motivo para suponer que esto va a repercutir en el empleo. Es cierto que, después de 6 años de vacaciones y gobiernos socialistas, han aumentado los casos de violencia y asesinato de mujeres. Pero parece que los sindicatos creen que es culpa de Vox, no de las leyes del Gobierno que pusieron a cientos de violadores en la calle. Y prometen que, en febrero, en Valladolid, habrá una gran manifestación sindical coincidiendo con los premios Goya. Hay que reconocer que tenemos unos sindicatos de cine.