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En Balears no llegamos a saber qué hubiera podido conseguir el sistema educativo trilingüe que pretendía implantar José Ramón Bauzá, porque la oposición del profesorado fue tan intensa que no pudo implementarse. Pero sí podemos ver qué ha ocurrido en otras regiones donde el bilingüismo se impuso hace veinte años y que hoy están en plena marcha atrás ante los pésimos resultados. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de dónde está el problema: los maestros no saben inglés. O no suficientemente. Y es algo lógico, puesto que el sistema educativo español ha fracasado en la enseñanza de idiomas extranjeros desde que existe. Algo que choca en otros países, donde la mayoría de la población se maneja de forma solvente en inglés, a pesar de no ser su lengua materna. ¿El secreto? Desde luego no será la enseñanza bilingüe porque eso no se aplica en ningún sitio. De hecho, donde más y mejor lo hablan es Suecia, país que dedica pocas horas lectivas a la enseñanza de la lengua de Shakespeare. Pero aquí, especialmente en la Comunidad de Madrid, queríamos que nuestros hijos aprendieran inglés por encima de todo y en 2004 Esperanza Aguirre -que sí sabe inglés- promovió el sistema bilingüe. Dos décadas después, casi ha desaparecido. ¿El motivo? Los alumnos que estudian, por ejemplo, geografía e historia en inglés, ni aprenden bien inglés ni aprenden bien geografía e historia. ¿Por qué? Porque ni sus profes ni ellos dominan esa lengua y así es imposible entenderse, comprender, profundizar y aprender. Entonces todo vuelve a la cuestión inicial: ¿cómo conseguir que los españoles sepan inglés? La respuesta es la de toda la vida: los que pueden pagarlo lo consiguen con clases extra y estancias en Reino Unido.