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En diciembre el Banco Mundial publicó su informe anual sobre la deuda pública. El informe indica que, en 2022, los países en desarrollo dedicaron 443 mil millones de dólares a amortizar (pagar principal más intereses) su deuda externa pública. Esta cifra es un 5% superior a la de 2021; y se espera que estos pagos aumenten en 2023 y 2024 como resultado del aumento de los tipos de interés. El informe da una señal de alarma al indicar que, para pagar la deuda, en 2022 estos países tuvieron que «desviar los escasos recursos que dedican la salud pública, la educación, el medio ambiente y la infraestructura».

Para entender el problema que enfrentan muchos países en desarrollo, es necesario saber por qué éstos contraen deuda en moneda extranjera. La Espada de Damocles a la que se enfrentan estos países es que todas sus transacciones internacionales se realizan en una moneda diferente a la suya. Por un lado, necesitan importar bienes esenciales, tales como maquinaria, tecnología y petróleo. Estas importaciones son necesarias. Las importaciones deben pagarse en dólares (u otro medio de pago internacional como euros o libras esterlinas). Para pagarlas, los países en desarrollo necesitan ingresar dólares mediante exportaciones o remesas. Cuando los dólares no están disponibles en el sistema bancario, el país enfrenta una crisis de balanza de pagos. Esto ha sucedido en muchas ocasiones. Cuando esto ocurre, estos países se ven obligados a pedir prestados esos dólares a instituciones multilaterales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI), incurriendo en deuda pública en moneda extranjera.

Por otro lado, cuando los gobiernos incurren en déficit presupuestario (gastan más de lo que ingresan), cubren ese déficit mediante el aumento de la base monetaria y la emisión de deuda. El Tesoro puede emitir deuda tanto en moneda nacional como en moneda extranjera. La emisión de deuda en moneda nacional no es un problema. La pregunta interesante es por qué un país en desarrollo emite deuda en moneda extranjera; pues es este tipo de deuda el que lleva a una crisis cuando no se dispone de los dólares para devolverla. Muchos gobiernos de países en desarrollo emiten deuda en dólares porque, argumentan, la tasa de interés a pagar por estos préstamos es menor que la de los préstamos en moneda nacional. Esto puede ser cierto, pero es un argumento que indica la influencia de la globalización financiera y la financiarización sobre las decisiones de política económica. Y esto es un peligro real.

No obstante, lo más chocante del informe del Banco Mundial es que afirma que, para pagar la deuda externa, los países en desarrollo tuvieron que renunciar a gastos en salud pública, educación e infraestructura. Esta afirmación es cuestionable porque la mayoría de los gastos en salud, educación e infraestructura se realizan en moneda nacional. Es difícil, por tanto, entender por qué un país en desarrollo necesita dejar de financiar sus escuelas, hospitales y carreteras para poder satisfacer su deuda en dólares. Lo que nos dice la experiencia histórica es que los países reducen su gasto público en moneda nacional para, precisamente, cumplir con las exigencias de «solvencia fiscal» que les imponen los organismos internacionales que les prestan los dólares (principalmente Banco Mundial y FMI).