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No sé hasta qué punto les puede interesar saber que tengo la casa llena de ranas, de goma, de loza, de peluche, de jade, de metal, de dibujos, de llavero y una grande de madera, verde y articulada, que es la estrella de la colección y vive sentada en un estante sobre la enciclopedia Larousse. Todas con ojos saltones, incluidas un par muy venenosas que si las rozas caes muerto. Por razones que ignoro, parece que me gustan las ranas, unas criaturas tan antiestéticas que se pasan de rosca y vuelven a ser muy estéticas. Como un feo sapo dorado, emblema de antiguos reyes coreanos, que reposa en otra estantería. Por supuesto, también tengo muchos libros de ranas, ya zoológicos ya poéticos, con o sin ilustraciones y láminas, entre los que destacan La rana arbórea de Martín Woodhouse, escritor, piloto, ingeniero cibernético y guionista británico, así como la célebre rana saltarina de Mark Twain, y sobre todo, El país de las ranas, preciosa novela breve de Pina Rota Fo, madre de Darío Fo, Nobel de Literatura. Ni que decir tiene que en mi primera lectura infantil larga, a los cinco años, libro que desde luego conservo, sale Rac, la Reina de las ranas. Muy cabrona por cierto, enamorada celosa, eran otros tiempos. Probablemente todo esto no les estará interesando nada, pero hay días en los que soy capaz de cualquier disparate con tal de huir temporalmente de la actualidad (algunos le llaman la realidad), y hoy me ha dado por esa multitud de ranas que tengo en casa. También tengo muchos cuervos, docenas de libros de cuervos, camisetas, figurillas y una cuerva de peluche negra como el porvenir, llamada Lola en homenaje al relato de Truman Capote, que ahora mismo me está mirando desde un montón de papeles con ojillos maliciosos. Pero de los cuervos ya les he hablado en otras ocasiones, y de las ranas no. ¿Y esos cuervos no se comen a las ranas? ¿Al jodido sapo? No. A los cuervos hay que darles de comer aparte. Son demasiado listos, hablan mejor que un líder político, no tragan sapos ni comen cosas viscosas. En fin, para que este párrafo tenga algún sentido, lean El país de las ranas. La única novela de la mamá del Nobel supera de largo las obras completas de su hijo.