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En dos patadas, nada es lo que era. Hábitos que mudan piel como serpientes. Es bueno cambiar, dicen los evolucionistas de la vida. Lo mejor es adaptarse y doblarse como un junco a la azarosa existencia, reiteran los budistas. Cuénteselo a los palestinos. Entre el mindfulness y el carpe diem media una cita en una aplicación. Gabinete Caligari y el amor en un bar, al carajo.

Una amiga mía ha decidido actualizar su vida. Se ha convertido en la reina de las aplicaciones de tal modo que no mueve ni el pulgar si no le da permiso la última app. El comercio de proximidad para qué si en un guiño a la pantalla tiene el carro de la compra lleno. Cambiar el mobiliario para darse un capricho porque su sofá está como su cara, lleno de arrugas, ocupa apenas unos instantes en su vida. Ir a verla se ha convertido en poco menos que una visita al Prado. Cada día abre nuevas salas, hay exposiciones temáticas. La última, las adquisiciones de un fondo de armario de lo más seventies. Está que se sale. Todas las amigas empezamos a preocuparnos.

Esta es la historia de su última aventura de chica aplicada. Siempre fue mesurada nuestra amiga, hasta que entró en el reino de las aplicaciones. Le ha dado por las faldas escocesas, sí aquellas que llevaban un imperdible en un lateral para que no se te abriera el pliegue y dejara ver tu pierna enfundada en una media tupida, santo cielo. A juego ha conseguido unos jerséis de mohair cortitos, porque en los 70 enseñábamos la tripa, ¡que se creen estas del 2024!, y ha iniciado un viaje de regreso al pasado.

Para ser acogida por el pretérito, se ha lanzado a la piscina del ayer y no para de buscar novios. La mayoría están casados, y los que no, del pasado ni hablar, quieren lo que no tienen, juventud. Se consuela haciendo marcha nórdica donde los palos la propulsan a las estrellas. Dice, además, que ha perdido cintura. Estamos empezando a preocuparnos por nuestra amiga la avispa.

Hemos trazado un plan. Operación hibernado. Nos hemos salido de los chats compartidos con ella y nos hemos quitado de toda cuanta aplicación haya del teléfono móvil. Para comunicarse con nosotras, que somos sus amigas de verdad y de bien, tendrá que llamarnos. Como hacíamos cuando nos calentábamos con el amor del calor en un bar. La hemos arrastrado y nos hemos ido de rebajas. A la basura las escocesas y sus imperdibles, se acabó de enseñar la tripa que ya no estamos para eso. En cuanto al mobiliario, nos hemos ido de excursión a Deixalles. Y mira qué bien. El que nos atendió, un cuarentón de Senegal, le ha tirado los trastos y ya llevan un par de tés en Pere Garau.

Nuestra amiga vuelve a ser la que fue. Atrás quedan los pretéritos que tan malas pasadas nos juegan. Este 2024 hemos alzado la copa a ser las que somos, con arrugas, canas, teñidas o no, pero aceptadas en nuestra otra mayoría de edad. Nuestra amiga, la misma que un día dijo que prefería darle al Marketplace que al Tinder, sigue con la economía circular. En modo presencial.