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Hay personas y grupos humanos a los que se puede y se debe criticar sin pausa, y hasta con injuria y vilipendio. Por ejemplo los políticos, los periodistas, los filósofos y los escritores, que además dan ejemplo machacándose entre sí sin recato ni medida. Sobre todo los políticos, cuya labor cotidiana es ofender a otros políticos, sin que ello les suponga ningún problema. Al contrario. Y también hay individuos y colectivos a los que no se puede criticar, ni rozar siquiera, nada de bromas con ellos, ni una mala mirada, porque se te cae el pelo como mínimo. Esto es una evidencia de patio de colegio, y cualquier niño descubre enseguida con quién se puede discutir, y con quién no puedes meterte ni de refilón, lo que sin duda ayuda a configurar su espíritu crítico. «Con esos no te metas», advierten los compañeros a los más despistados. Y aunque dicen que la democracia se basa precisamente en la crítica y la libertad de expresión, nadie ignora que existen poderes del Estado que más que poderes son superpoderes, independientes y soberanos, no sólo más allá de la crítica, sino del bien y del mal. La semana pasada tuvimos ocasión de comprobarlo una vez más, cuando la ministra Teresa Ribera, vicepresidenta del Gobierno, se permitió una leve y educada ironía, ni siquiera una crítica, sobre las inclinaciones del juez de la Audiencia Nacional García-Castellón, que en uso de su total autonomía de criterio, parece que ha decidido a estas alturas, en el caso Tsunami Democràtic, convertir a Carles Puigdemont en terrorista. En plena trifulca por lo de la amnistía. Y no vean la que le cayó, y le está cayendo, a la pobre ministra. Por supuesto, el PP y la jauría mediática montaron la gorda al instante, y además de exigir su cese, Feijóo piensa llevar a la UE la actitud crítica de la ministra, prueba de las ilegalidades del Gobierno y su maltrato a la justicia y la independencia judicial. Pero es que el Gobierno, que ahora intenta hacerse perdonar y congraciarse con la Asociación Profesional de la Magistratura (APM, mayoritaria y de similares inclinaciones), a fin de que no les ataquen tanto, se apresuró a desmarcarse y casi disculparse. Saben que con esos no hay que meterse nunca, porque una cosa son los poderes del Estado, y otra los superpoderes. Excelentísimos. Eminentes.