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Pensaba escribir sobre Page, un tipo de derechas incrustado en el PSOE que persigue que lo expulsen. Confunde disentir con ser desleal y eso es algo que no debería permitirse una formación política. Se convierte en un grano en el trasero que por más que rasques no alivia. Reventarlo y extraer el pus parece lo más adecuado. Quizás sólo trate de exprimir su salario al límite. Pensaba también escribir sobre un reo al que el Estado de Alabama ajustició el jueves con un método utilizado por vez primera en EEUU. Consiste en respirar gas nitrógeno puro a través de una mascarilla hasta quedarse sin oxígeno, lo que ya demuestra una crueldad sin límites, más si tenemos en cuenta que la ejecución duró 22 minutos. Kenneth Eugene Smith, de 58 años, asesinó por encargo hace 35 años a una mujer. Aparte del dilema que plantea la pena capital existe el temporal. ¿De verdad se tiene que prolongar una sentencia a muerte tres décadas y media? Pensaba escribir sobre Lamine Yamal, un futbolista que da la impresión de que tendrá un gran futuro, pero que ya tiene detractores, que no quieren comprender que un chico de 16 años ha hecho más con media temporada de lo que hará el 90 % de futbolistas españoles. Jugar en un equipo de élite, debutar con la selección española y golear en ambas formaciones. Pero voy a escribir, las pocas líneas que me quedan, sobre por qué en la mayoría de familias, cuando nuestros progenitores envejecen y no pueden valerse por sí mismos, siempre hay uno que tira del carro y otros se aprovechan de su esfuerzo, voluntad y tesón. Cara a la galería estos últimos se vanaglorian del amor que profesan a sus padres y justifican sus tensiones, depresiones y tristezas al paulatino decaimiento de su padre o madre. Incluso aquellos que no saben lo que se cuece en el interior de la familia se apiadan de su alma de mártir. «Por mis padres lo doy todo». Y lágrima fácil como los políticos consagrados.