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Tuve la primera clase del taller de escritura que imparto en la Biblioteca Pública de Can Sales. Por lo que me contaron, las quince plazas que se ofertaban se agotaron enseguida. Hay más gente de la que pensamos con ganas de escribir, con ganas de que alguien se interese por aquello que escriben. Y ahí estaba yo, con quince alumnos nuevos. Todos los relatos desplegados durante las presentaciones presentaban elementos comunes que se pueden resumir en estas pocas palabras: de joven me gustaba escribir, pero después dejé de hacerlo (trabajo, hijos, en fin, esas cosas de la vida adulta); ahora me gustaría recuperar esa costumbre, aquello que amaba hacer y que en algún momento pensé que me iba a acompañar toda la vida. Volver a escribir, sacar tiempo para volver a escribir, he aquí la lucha o el sueño de muchos. Obviamente, yo tampoco me libro de esta batalla. Mi despertador y mi escritorio saben de mis madrugones. Imagino que los amantes de la practicidad nunca entenderán estos sacrificios.